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Homilía para la Eucaristía del domingo 16 de enero de 2022.

DOMINGO SEGUNDO DEL AÑO. 

Isaías 62,1-5: Amanece la salvación para el Pueblo de Dios, ya que habrá una situación nueva, lo que trae consigo el cambio de nombre. Una relación de intimidad con el Señor, como un matrimonio. 

1Corintios 12,4-11: Los carismas, dones del Espíritu Santo, son para el bien de la comunidad. Aunque son distintos, todos proceden de una misma fuente: Dios, que los distribuye por medio de su Espíritu. 

Juan 2,1-11: Juan nos muestra el primer signo con el que se revela Jesús: cambia el agua en vino. Su presencia es garantía de salvación. 

1.- Dios quiere salvar. Salvación en la Biblia es sinónimo de transformación, de cambio, de algo nuevo. Así, por ejemplo, Pascua significa Paso-tránsito de una esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, de no-pueblo a Pueblo de Dios. Hoy aparece un símbolo clásico, la Boda, que indica una nueva relación de Dios con su Pueblo, lo que evoca la Alianza, donde Dios se desposa con su Pueblo. En el Sinaí Dios reveló – mostró su gloria (cfr. Éxodo 19,16-25).  Cuando el Señor interviene transforma. A Israel le cambia de nombre, lo que indica una nueva identidad; ahora es “Pueblo de Dios”, la “Desposada”. Por eso, como una novia, es engalanado, adornado por Dios mismo, que es su Dueño y Señor. 

2.- En el evangelio encontramos una “Parábola en acción”, donde Jesús “manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”. Es todo un signo. 

La presencia de Jesús en el banquete es causa de salvación, de solución al problema presentado por su Madre: falta el vino. Jesús actúa, soluciona, ya sabemos cómo. Es que Jesús presente entre nosotros quiere transformarlo todo. Y es una transformación radical, ontológica: el agua en vino. Donde no hay Reino de Dios Él viene a instaurarlo. Más aún, Jesús es el Esposo que contrae nupcias con toda la humanidad, a la que hace su Esposa, que es la Iglesia. Porque como dice la primera carta de Pedro: “Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz ustedes, que antes no eran un pueblo, ahora son el Pueblo de Dios; ustedes que antes no habían obtenido misericordia, ahora la han alcanzado” (1Pedro 2,9-10). Todo esto está indicando que, en nosotros, como Iglesia, recae todo lo dicho por la Palabra santa. 

3.- En las ceremonias de bodas todavía hay quienes se fijan en la novia, cómo es, cómo va vestida, etc. Hoy el mundo, la prensa, observan a la Esposa y la pelan y llegan a decir: “¡De blanco, la patúa!” Cierto, muy cierto. Y tienen razón. Pero aquí tomo el ejemplo que da el hermano Raniero Cantalamessa, predicador Apostólico. Él dice, muchos al visitar una catedral, (de Chartres u otra) si la miran sólo por el exterior verán unas ventanas oscuras compuestas de trozos de vidrios unidos con plomo. Y esto no muestra nada. Pero si se entra, se ingresa al interior de la catedral, esos vitrales transparentan una luz maravillosa, es todo un espectáculo. Pero es necesario entrar. 

Yo me pregunto, ¿por qué no dejamos de mirar a la Iglesia, a la comunidad, por fuera, examinando todos sus defectos? ¿Por qué no ingresamos al interior de la misma para contemplar su misterio? ¿Qué vamos a encontrar? “una espléndida corona en la mano del Señor, una diadema real en las palmas de tu Dios”. 

4.- Y he aquí lo que el Apóstol ve: a esta Esposa engalanada con los más diversos carismas. Es que el Señor nos quiere, nos ama, por eso nos regala sus carismas, para que seamos una Esposa digna del Señor. Porque el Señor concede la gracia, la justificación para santificarnos, pero concede los carismas en función del bien de todo el Cuerpo de la Comunidad. 

Aquí estamos hoy, tal vez con nuestras tinajas vacías. Pongamos lo único tenemos, el agua, nuestra realidad, Él pondrá lo demás. Con su Espíritu todo lo transforma: el Pan y vino en su Cuerpo y Sangre, nuestras vidas en ofrenda agradable a sus ojos. Jesús nos muestra su gloria. Es cuestión que abramos los ojos de la fe y Contemplemos. Hace falta contemplar en la Iglesia y en el mundo. Al cristianismo le faltan contemplativos que sepan descubrir el misterio. Porque hay mucha superficialidad. Sólo así creeremos en Él y seremos de Él. No te quedes fuera, entra y contempla, mira todo con otros ojos. 

Hermano Pastor Salvo Beas.