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Homilía para la Eucaristía del domingo 07 de noviembre de 2021.

Paz y Bien.

DOMINGO XXXII DEL AÑO. 

1Reyes 17,8-16: Se resalta la generosidad de la viuda para con el profeta. Ella confía en el Señor que provee. 

Hebreos 9,24-28: Se establece un paralelo entre el santuario de la tierra y del cielo, entre el sacrificio de animales y el de Cristo, que sigue presente y actuante. 

Marcos 12,38-44: Dos figuras, que son la personificación del no-pobre y del pobre. 

1.- La Palabra de Dios sigue ilustrándonos acerca de cómo vivir el discipulado, cómo ser un verdadero seguidor de Jesús.  Recordemos algunos evangelios de domingos pasados que ya hemos escuchado: el domingo 17 de Oct.: frente a la ambición de los hijos de Zebedeo, saber servir. El 24 de Oct.: el ciego de Jericó siguió a Jesús después de recobrar la vista = la fe. El domingo 31: hay que amar totalmente a Dios y al prójimo. Son algunas de las actitudes que ha de tener un discípulo de Cristo; dicho de otra manera, elementos de una espiritualidad cristiana: fe, servicio, amor. Pero el Señor, en su pedagogía, da un paso más. El discípulo debe ser pobre, pero con una pobreza de verdad, como la entiende la sagrada Escritura. Y aquí debemos detenernos un poco para aprender a ser discípulos de Jesús. Debemos aprender a ser pobres, porque “de los pobres es el Reino de los cielos”. (Mateo 5,3). 

2.- A la luz de la Palabra podemos distinguir varios tipos de pobres: 

    Los económicos, que carecen de medios para llevar una vida digna. 

    Los sociales: los débiles, que no tienen quién les proteja: mujeres, viudas, huérfanos, extranjeros, paganos. 

    Los sanitarios: leprosos, enfermos contagiosos o que estaban legalmente impuros. 

    Los morales: publicanos, prostitutas, gente de mala fama. 

Todos tienen en común que son excluidos, marginados de la sociedad judía. Son los humillados por los poderosos, es decir, los llamados ricos. ¡Y con toda esta gente se rodea Jesús! 

Por eso en la Biblia Yahveh es el Padre de huérfanos y protector de viudas. Él es el Dios de los pobres, es decir, de aquellos que lo esperaban todo de Él, porque Él es la única fuente de salvación reconocida por ellos. 

3.- Esto sigue siendo actual en el mundo. Pobres de toda índole los hay también hoy: los económicos, los sanitarios (sidosos), sociales (gays) y morales. ¿Hará falta nombrarlos? No. 

Más aún, yo me pregunto, te pregunto: ¿en qué grupo de pobre estoy o estás? Pero no basta con esto.  Hay que preguntarse si tengo o no el espíritu de pobre. Porque el verdadero pobre, el de adentro, sabe, reconoce y acepta su indigencia. Y por eso sabe ser desprendido, porque reconoce que nada le pertenece. ¿Se ha fijado que entre los pobres existe más solidaridad? 

Diría que hoy existe una crisis de pobreza de espíritu. El ser humano no sabe ni quiere aceptarse con sus limitaciones, ambiciona cada vez tener más de todo. Muchos de los males que vemos a diario son efecto de esta crisis de pobreza espiritual. Hoy no se sabe descubrir y reconocer que el único autor de todo, el único Sumo Bien es Dios. Al desaparecer Dios del horizonte humano emerge toda clase de ídolos. 

4.- El salmo responsorial de hoy viene a ser una alabanza al Dios de los pobres. Y precisamente Jesús alaba a la viuda porque fue generosa, no dio mucho; sin embargo, lo dio todo. 

Si queremos en verdad ser verdaderos discípulos de Jesús, aprendamos la lección que nos deja hoy la Palabra: dar, darse, vaciarse de sí mismo. Porque así lo hizo Jesús, quien, siendo rico, se despojó de todo, de sí mismo, para que nosotros fuéramos ricos. 

Y aquí en la Eucaristía vuelve a darnos la lección. San Francisco diría: “Miren, hermanos, la humildad de Dios”. Aquí se entrega, se da por todos para enriquecernos plenamente. Por eso, al comulgar digamos interiormente: ALABA, ALMA MIA, AL SEÑOR. 

Hermano Pastor Salvo Beas.