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Homilía para la Eucaristía del domingo 05 de septiembre de 2021.

DOMINGO XXIII DURANTE EL AÑO. 

Isaías 35,4-7: Con un lenguaje florido el autor describe la salvación de Israel, no sólo del exilio, sino también la de los tiempos mesiánicos. 

Santiago 2,1-7: El autor reprocha el estilo de vida de la comunidad, un estilo mundano, no del Reino. 

Marcos 7,31-37: El texto nos muestra la curación de un sordomudo. Señal inequívoca de que Jesús es el Salvador y con Él Dios se hace presente. 

1.- Sabemos y creemos que Jesús es “Dios-con-nosotros”, es decir, Dios está presente en medio de la humanidad. Y donde está Dios hay salvación. Pero no se trata de cualquier presencia. Porque aprendimos que Dios está presente en todas partes. Cierto, pero alguien podría alegar: ¿y por qué, entonces hay tanto mal?  Porque, aunque Él esté presente, nosotros los humanos no lo hacemos presente, no lo tenemos en cuenta. 

Israel, por vivir de espaldas a Dios, sin tenerlo en cuenta, se hundió en el mal, es decir, en el destierro, el caos, la muerte. Pero cuando comience a hacerle caso a Dios entonces se producirá una transformación, que el texto describe con un estilo muy oriental. Transformación que afecta a todo. Donde hubo aridez, tinieblas, muerte, habrá vergel, luz, vida. Donde hubo ceguera y mudez habrá apertura. En una palabra, teniendo a Dios todo se renueva por obra de su misericordia. 

2.- Cuando el hombre pensó más en sí mismo que en Dios se originó Babel, es decir, la confusión, la división de la gente. Pero su presencia activa y creadora crea una comunidad en la que no hay más que un solo corazón y una sola alma. En otras palabras, cuando reina Dios hay vida, hay justicia, paz y amor. Y la carta de Santiago denuncia una situación de No-Reino que se vive en algunas comunidades cristianas. Como dice el texto de la carta: “Ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas”. 

Jesús, presencia de Dios, actúa en favor de un sordomudo. Le abre el oído y suelta la lengua, es decir, lo convierte en discípulo suyo, es decir, puede escuchar su Palabra y puede proclamar su mensaje. Es Jesús quien lo libera, es Jesús quien lo capacita para que pueda escuchar y proclamar. 

3.- El mundo vive una situación de No-Reino, no le preocupa, ni le interesa lo de Dios; y se nota. No hace falta entrar en detalles. La carta de Santiago es un retrato de una sociedad que vive de espaldas a Dios, con una cultura del descarte; hay mucha gente ninguneada, descartada y descalificada. Hay muchos sordos, ya sea porque no quieren oír o porque no se les permite oír. Todo régimen totalitario crea sordomudos, le conviene, así es fácil de manejar. 

Bien viene este mensaje a nuestro País, en el que todavía hay tanta gente desplazada, marginada. 

Cuando algunos pretenden negar a los padres el derecho a educar a sus hijos, o también negar la libertad de enseñanza y religión, ¡cuidado!, quieren un Chile de sordomudos. Y Dios nos quiere libres. Él no habla por nosotros, sino nos capacita para hablar. 

4.- Concluye el evangelio diciendo: “Todo lo hizo bien”.  Génesis 1,31 dice: “Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno”.  Así se nos enseña que Jesús es la salvación de Dios y que por Él Dios se hace presente como Creador y Liberador en favor de su Pueblo. 

Jesús nos separó a nosotros de la multitud, del pecado, y nos recrea, nos sana y nos envía a proclamar la salvación, a instaurar su Reino. 

Antiguamente en el rito del bautismo, el celebrante tocaba los oídos del bautizando y decía: “Ábrete”. Hoy a todos nos dice el Señor lo mismo. Abre tus oídos para escuchar mi Palabra; abre tu boca para que puedas proclamarla. Sobre todo, en este Mes de la Biblia, que sepamos escuchar la Palabra del Señor. Y como liberados que somos, deber nuestro es proclamar que “el Señor mantiene su fidelidad para siempre”. 

Hermano Pastor Salvo Beas.