Skip to main content

Homilía para la Eucaristía del domingo 01 de agosto de 2021.

Que el Señor esté siempre presente en sus vidas.

DOMINGO XVIII DURANTE EL AÑO. 

Éxodo 16,2-4.12-15: Dios sustenta a su Pueblo en el desierto. De esta manera el Señor revela su presencia en las circunstancias difíciles. 

Efesios 4,17.20-24: El cristiano debe vivir una vida nueva en Cristo. Para ello es preciso hacer un despojo de sí mismo y dejarse renovar por el Espíritu. 

Juan 6, 24-35: Inicio de lo que se viene en llamar el Discurso del pan de vida. Los judíos buscan más la comida que a Jesús. Jesús invierte los intereses: Él es el alimento. 

1.- Israel peregrina por el desierto. Decir desierto es decir carencia de todo, plena oscuridad de la presencia del Señor. Es en este contexto de caos, de nada, que interviene Dios. Lo que interesa destacar aquí es lo que significa este hecho, más que el fenómeno natural. Podemos decir tres cosas: – Es una prueba del desierto: prueba de fe y de obediencia. – Es presencia Providente del Señor que proporciona el alimento para el camino = el viático. – Es anuncio de algo mejor. En el Antiguo Testamento Dios promete agua; en el Nuevo Testamento Jesús ofrece agua a la samaritana. En el A.T. Dios promete pan del cielo: el maná; en el N.T. Jesús se presenta como verdadero Pan del cielo, el que da el Padre. 

Cabe notar que este alimento de Dios es para el Pueblo de Dios, es decir, para los que celebraron la Alianza; no es para cualquiera. Israel tuvo mucho que dejar en Egipto para llegar a ser un Pueblo libre. 

2.- Nosotros los cristianos también hemos realizado un Éxodo en nuestro Bautismo. Y así llegamos a ser Pueblo, pertenencia de Dios. Pero también, como Israel tenemos que dejar mucho. El discipulado exige un despojo radical y permanente y dejarse transformar por el Espíritu de Dios. Es interesante que el texto de la carta a los Efesios utiliza tres verbos que son propios de la liturgia bautismal: despojarse, renovarse y revestirse. No basta con despojarse de lo malo, se requiere vivir como persona renovada, revestida de Cristo. Quien no hace este despojo y revestimiento no está capacitado para unirse a Cristo por la Fe. Porque la Fe es un dejar entrar al Señor en la vida. Es comenzar a peregrinar con Cristo en el desierto de este mundo. 

3.- Los judíos no captaron a Jesús, es que no creían en Él. Lo buscan solamente por motivos puramente humanos, lo que Jesús les reprocha. 

Si bien es cierto que todos que todos necesitamos de lo material para poder subsistir, sin embargo el hombre carnal sólo busca y absolutiza lo material. Incluso es capaz de hacer de la religión un medio de subsistencia, dejando a Jesús de lado. Es el  peligro que tenemos los presbíteros de convertirnos en hacedores de ritos y ceremonias.  Todos estos no han hecho el proceso  de despojarse y revestirse de Cristo. 

El consumismo es una señal clara de este mal, señal del endiosamiento de la cosas. Nadie está exento de caer en este mal. En primer lugar se crean necesidades, las que luego hay que satisfacer. Así se cae en la espiral de las necesidades.  

4.- Jesús es Pan, es alimento. Así es presentado por el evangelio. Pan que debe ser comido. Al final del texto escuchado se lee: Yo soy el Pan de vida. El que viene a Mí jamás tendrá hambre; el que cree en Mí jamás tendrá sed”. El Pan del cielo que Dios da no es el maná, sino su Palabra, pan de vida que se recibe por la fe. 

De modo que lo fundamental para todo discípulo es la fe, ya que “la obra de Dios es que creamos en Aquel que Él ha enviado”. Al creer en Él lo estamos aceptando, entramos en comunión vital con Él. Cada vez que un discípulo acepta con fe la Palabra, que es Cristo, entra en comunión con Él, que es el trigo, que al morir, da mucho fruto (cfr. Juan 12,24). 

Hoy, al celebrar al Señor, con gozo podemos decir: “El Señor nos dio como alimento un trigo celestial”. 

Hermano Pastor Salvo Beas.