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Homilía para la Eucaristía del domingo 18 de julio de 2021.

Hoy es un día especial. Busquemos buenos pastores para el pueblo.

DOMINGO XVI DEL AÑO. 

Jeremías 23,1-6: Un oráculo contra los malos dirigentes del pueblo, pero con un tono esperanzador. El Señor será el que pastoreará a su Pueblo y suscitará un germen justo. 

Efesios 2,13-18: Cristo forma de dos pueblos uno solo: del pagano y el judío. Y todo gracias al sacrificio de Cristo por el que todos estamos en comunión al derribar el muro de la enemistad. 

Marcos 6,30-34: Jesús siente compasión por la gente porque están como ovejas sin pastor. Él las alimenta, es decir, les estuvo enseñando. 

1. Lo que más sobresale en los textos es que, mientras el ser humano divide, dispersa, Dios reúne. Y esto que la historia y experiencia humana demuestran también lo constata la Palabra de Dios. Por eso, una de las maneras de mostrar la obra salvífica de Dios es diciendo que el Señor va a  reunir a su Pueblo. Lo reunirá por medio de buenos pastores = dirigentes, que buscarán sólo el bien del pueblo, tanto en el aspecto político-social como en el religioso. Buscar el Bien Común diríamos hoy. 

El domingo pasado veíamos que el Señor llama y envía profetas para anuncien el mensaje de Dios al pueblo. Un pastor, un dirigente del pueblo debe también proporcionar el bien adecuado a la gente. Nos dice el evangelio que Jesús alimentó a su pueblo; “estuvo enseñando largo rato”. 

2.- Dios, nuestro Padre, no sólo nos ha colmado de bendiciones, sino que gracias al sacrificio de su Hijo, formó un solo pueblo de los paganos y los judíos; formó el nuevo Pueblo de Dios. Y lo hizo derribando el muro que nos separaba. Esto es señal de salvación. Por algo el nombre que recibe el Germen Justo es “El Señor es nuestra justicia”. Y este Germen Justo no es otro que Jesucristo, el ungido y enviado para reunir las ovejas dispersas. Él es quien se compadece de la gente porque la ve dispersas como ovejas sin pastor. 

3.- Mientras el Señor derriba muros, el hombre se empeña en levantar muros, que no son más que proyección del muro que se ha levantado en el interior de cada uno de nosotros. Porque es en nuestro interior donde vamos clasificando a la gente entre: buenos –malos, ricos-pobres, derecha-izquierda, blancos y de color, machismos –feminismos, etc. Y así se van levantando muros diversos. Y la religión no escapa de este mal. Así, tenemos el muro en el templo de Jerusalén, el velo que separaba a lo sacro de lo profano y que Cristo rasgó en la cruz (cfr. Mateo 27,51; Marcos 15,38). Por mucho tiempo la mujer ha sido excluida de poder participar en algunas funciones en la  Iglesia. Y en muchos lugares se alza un muro, se crean distancias,  entre los dirigentes y su pueblo creando el descontento y provocando los estallidos sociales. Y eso no es del agrado de Dios. 

4.- Por eso el Señor se compadece al ver que la gente anda dispersa, le falta buenos dirigentes, buenos pastores. Ya sabemos que Jesús es “nuestra justicia”, nuestra salvación. Pero Él nos envía para que también nosotros nos preocupemos de la gente, porque tienen hambre de justicia, de paz social, de felicidad, de Palabra de Dios, de satisfacer sus necesidades básicas. Hay mucha gente que, por desconocer la Palabra de Dios, anda despistada, como ovejas sin pastor. 

Es importante también lo que dice el Señor: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto para descansar un poco”.  Necesitamos todos tomar fuerzas para cumplir con nuestro deber. Necesitaos de la intimidad con Dios. No sin razón el teólogo Karl Rahner escribió: “en el siglo XXI los cristianos serán místicos o no serán”. Entendiendo por místico a la persona que aspira a conseguir la unión con Dios a través de la oración, el amor, la contemplación. Y esto no es exclusividad de unos poco. Es una experiencia de interioridad. Desgraciadamente hoy hay mucha superficialidad en el cristianismo actual. Hoy día hace falta una “democratización de la mística”, que impulse una verdadera solidaridad. 

La Eucaristía, la oración y la reflexión son elementos de una auténtica vida cristiana. Es aquí donde se expresa lo más excelso de la mística: la unión con Cristo y la Caridad fraterna. 

Hermano Pastor Salvo Beas.