Homilía para la Eucaristía del domingo 04 de julio de 2021.
DOMINGO CATORCE DEL AÑO.
Ezequiel 2,2-5: Aparece en el texto, por un lado, la pequeñez de Ezequiel, es un hijo de hombre, un pobre mortal; pero, por otro, se ve cómo Dios lo llama y lo envía para ser su Profeta en medio de su Pueblo.
2Corintios 12,7-10: Pablo se defiende de sus acusadores; sin embargo está consciente de su fragilidad, de sus debilidades, que es lo único para agradecer a Dios.
Marcos 6,1-6: Jesús experimenta el rechazo de los suyos, de su gente. La razón, su falta de fe. Por eso lo descalifican.
1.- Dios, en su empeño por salvar al hombre, siempre está enviando Profetas para que sean portadores del Mensaje de Dios. El Profeta es llamado y enviado por Dios. El Profeta no es el que va, sino el que es enviado. Pero Dios lo hace todo de una manera distinta a nuestra mentalidad. Porque Él escoge, llama y envía a personas, seres humanos, gente de carne y hueso, que vive en un contexto muy concreto, porque son hijos de su pueblo, todos lo conocen. No es un superhombre dotado de súper poderes, no, simplemente es un hombre, un ser humano.
Así todos los profetas, así Jesús de Nazaret, también llamado “hijo del hombre”, es decir, uno más, tan humano como nosotros (sabiendo que también es Dios), con las limitaciones de todo ser humano, menos el pecado.
2.- Y estos personajes son portadores de un Mensaje de parte de Dios. Dios siempre habla. “Porque muchas veces y de muchas maneras Dios habló en la antigüedad a nuestros padres por medio de los profetas, y ahora nos habló por su Hijo” (Hebreos 1,1).
Pero para poder captar el Mensaje de Dios es necesario escuchar. Y sólo escucha el que tiene oídos de discípulo, el que tiene fe. Sin fe es muy difícil escuchar y captar el Mensaje de Dios; es importante escuchar. Pero con san Pablo podemos preguntarnos: “¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han escuchado hablar?…porque la fe proviene de la escucha del Mensaje”. (Romanos 10,14.17).
3.- Hoy mucha gente no quiere escuchar porque no tiene fe. Ven en el mensajero solamente a un hombre. Y cierto que es un humano, una persona a quien se le conocen sus fragilidades. Y por sus limitaciones es descalificado. ¿Quién? El Enviado, sea este Jesús, bendito por siempre, sea un profeta, sea la Iglesia, etc., etc.
La descalificación, desgraciadamente tan común en nuestro medio, incluso eclesial, es la forma de desautorizar a alguien. Jesús experimentó la descalificación por parte de su gente; hoy la Iglesia es descalificada porque se ve en ella sólo a una Institución humana, corrupta, con muchos de sus ministros que han dejado mucho que desear. Y desgraciadamente es cierto que tiene todas estas fragilidades. Pero por fe se puede captar algo distinto, santo y hermoso.
Lo mismo sucede en el campo de la política. Los de un bando descalifican al del otro bando, y esto crea un clima malsano.
4.- En el evangelio encontramos escenas en las que Jesús lamenta y reprocha la poca o nula fe de los que lo rodean. Pero también encontramos escenas en las que Él se admira y alaba la fe de la gente sencilla o lejana de Israel. Hoy se asombra de la falta de fe de sus coterráneos.
Como a san Pablo, también a nosotros nos pueden echar en cara nuestras debilidades y pecados. Pero como san Pablo también nosotros podemos complacernos en lo que nos humilla, porque así se manifiesta el poder de Cristo, el Señor. En alguna forma, estamos corriendo la suerte de Cristo, que fue descalificado por su gente. Y esto nos debe animar.
Mientras el mundo se escuda para no escuchar el mensaje en las debilidades de la Iglesia o de tal o cual ministro, nosotros nos volvemos a Dios y le decimos: ¡Ten piedad de nosotros, porque estamos hartos de desprecios! Estamos saturados del desprecio de los orgullosos.
Hermano Pastor Salvo Beas.