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EDD. viernes 25 de junio de 2021

Hoy, viernes, 25 de junio de 2021

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (17,1.9-10.15-22):

Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con lealtad.»
Dios añadió a Abrahán: «Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones. Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones.»
Dios dijo a Abrahán: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»
Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: «¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?»
Y Abrahán dijo a Dios: «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.»
Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.»
Cuando Dios terminó de hablar con Abrahán, se retiró.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 127,1-2.3.4-5

R/.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,1-4):

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

Queridos hermanos:

El evangelio de hoy nos cuenta que al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.

Se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»

Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «quiero, queda limpio.» Y en seguida quedó limpio de la lepra. ¿Pero Jesús quedó contaminado? Así era la opinión de la gente de aquella época: la lepra se contagiaba por contacto. Es decir, el que tocaba a un leproso inmediatamente se contagiaba de su enfermedad. Quedaba impuro.

Yo me acuerdo de haber vivido encuentros con leprosos cuarenta años atrás en los bosques de Paraguay. Y el miedo que experimentaba cuando alguno de ellos con el muñón de la mano envuelto en trapos, te la alargaba para saludarte. Negar la mano es un desprecio. Y eso yo no quería hacerlo de ninguna manera. Por eso luego yo instintivamente, cuando el leproso no me veía,  me restregaba la mano sobre el pantalón para evitar el posible contagio. Jesús en cambio, nos dice el evangelio de hoy, que “extendió la mano y lo tocó”. Este “tocar” no es un vulgar y corriente saludo dándose la mano. Es ponerse al nivel del enfermo ante las personas que lo estaban viendo. ¡Jesús se identificaba con el enfermo, pero  la gente reaccionaba haciendo el vacío alrededor de él!

En la época de Jesús el juicio sobre la lepra (¡y sobre los leprosos!) no podía ser más negativo: a la repugnancia física y peligro de contagio, se sumaba la exclusión. Por eso  el enfermo no podía convivir con las demás  personas, pues  el  leproso era considerado como un maldito de Dios. ¡Era una desgracia sobre otra! ¡La peor de las enfermedades!

Jesús dice que él ha venido a buscar y salvar lo que otros dan por perdido. Hoy sabemos que la lepra no tiene ningún origen sobrenatural, sino que es una enfermedad más. Pero lo que Jesús sabe muy bien es que los leprosos de su época  son víctimas de una doble desgracia: a su dolor físico se añade el injusto rechazo social y religioso; y ambas cosas quiere Jesús que queden superadas. Por eso su acción no es una mera curación física: al leproso curado lo envía al sacerdote para que levante acta de su curación y quede reintegrado en la comunidad de los que rezan en el templo y de los que caminan por calles y plazas. Jesús derriba muros y crea vida en fraternidad.

Según el cuarto evangelio, la misión de Jesús tiene por objeto “que tengamos vida y la tengamos abundante”. Por tanto, el auténtico seguidor de Jesús tiene que ser un creador y distribuidor de vida, destructor de barreras y aliviador de dolores, activo inconformista con todo tipo de sufrimiento y de división.

¿Brota con frecuencia de nuestro interior la acción de gracias por tantos bienes  recibidos?  ¿O sólo nos lamentamos ante Jesús de lo que nos falta? ¿Agradecemos la luz del sol que gratuitamente nos regala Dios cada día? ¿Damos gracias por la salud, por las maravillas de la amistad y la ternura que no se pagan con dinero?

Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
carloslatorre@claretianos.es

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy