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EDD. miércoles 09 de junio de 2021.

Hoy, miércoles, 9 de junio de 2021

Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,4-11):

Esta confianza con Dios la tenemos por Cristo. No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo, como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios, que nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva: no de código escrito, sino de espíritu; porque la ley escrita mata, el Espíritu da vida. Aquel ministerio de muerte –letras grabadas en piedra– se inauguró con gloria; tanto que los israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, por el resplandor de su rostro, caduco y todo como era. Pues con cuánta mayor razón el ministerio del Espíritu resplandecerá de gloria. Si el ministerio de la condena se hizo con resplandor, cuánto más resplandecerá el ministerio del perdón. El resplandor aquel ya no es resplandor, eclipsado por esta gloria incomparable. Si lo caduco tuvo su resplandor, figuraos cuál será el de lo permanente.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 98,5.6.7.8.9

R/.
Santo eres, Señor, Dios nuestro

Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo. R/.

Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía. R/.

Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio. R/.

Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón,
y un Dios vengador de sus maldades. R/.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

Queridos hermanos,

A veces tendemos a contraponer la antigua ley mosaica, resumida en los diez mandamientos, a la nueva ley del Evangelio, que encuentra en las Bienaventuranzas su máxima expresión. Nos parece que nos da pie para hacerlo hacerlo el mismo Cristo, que dice que no es el hombre para el Sábado (es decir, la ley del Sabbat que ordena el descanso), sino el Sábado para el hombre (cf. Mc 2, 27; Mt 12, 1-8; Lc 6, 1-5); y también Pablo y su polémica contra la ley en nombre de la fe y la gracia, que hoy también refleja en la contraposición entre la ley escrita que mata y el Espíritu que da vida. Pero, he aquí, que Jesús, tras proclamar las Bienaventuranzas, parece venir a desautorizarnos. ¿No se da aquí una cierta contradicción? ¿No es cierto que el Evangelio del amor y la gracia ha dejado obsoleta la antigua ley con sus múltiples prescripciones? ¿O habremos de entender que la Buena Nueva de Jesucristo se añade a la antigua ley, dejándola intacta? ¿Qué significa, en definitiva, “dar plenitud”?

Para comprender estas tensiones y aparentes contradicciones es bueno no quedarse en la literalidad de las palabras, sino mirarlas en el contexto de toda la predicación y actuación de Jesús y también en el modo en que se entendió esto en la primitiva Iglesia (y aquí, ciertamente, Pablo es una autoridad de referencia). Llevar algo a plenitud significa alcanzar una perfección que supera, pero que también conserva, aquello que se perfecciona. Si la mejor expresión de la ley mosaica son los diez mandamientos, por los que reconocemos a Dios, respetamos y hacemos el bien a los más cercanos, y nos abstenemos de hacer el mal a todos los demás, todas estas exigencias alcanzan su perfección en la ley del amor a Dios y al prójimo. Y esa perfección y plenitud la descubrimos en Jesucristo, que nos ha dicho de manera definitiva quién es Dios: su Padre y nuestro Padre; y quién es nuestro prójimo: no sólo los más cercanos (padre y madre, hermanos y poco más), sino todo ser humano, hijo de ese Dios, Padre de todos, y especialmente el que se haya en necesidad.

Si la perfección de la ley es el amor, podemos entender que, a veces, ciertas prescripciones rituales (como la ley del sábado) hayan de ceder ante la exigencia de hacer el bien al necesitado. ¿Cómo entender, entonces, ese aparente legalismo contenido en la exigencia de no saltarse uno sólo de los preceptos menos importantes? Mirado desde la centralidad del mandamiento nuevo, lo comprendemos en el sentido de que el verdadero amor no se limita con hacer el bien “en general” y a grandes rasgos, sino que baja hasta los más mínimos detalles, atiende con delicadeza a la persona concreta en sus necesidades reales, por muy insignificantes que puedan parecer la una y las otras.

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy