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Homilía para la Eucaristía del domingo 06 de junio de 2021

Que esta celebración aumente el apetito por la Eucaristía en todos ustedes. Paz y Ben.

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO DE CRISTO. 

Éxodo 24,3-8: Se describe la culminación de la Alanza en el Sinaí. Dentro de las seis Alianzas que hay en el Antiguo Testamento la más importante es la del Sinaí, ya que señala el nacimiento del Pueblo de Dios. Todo es significado con símbolos y ritos. 

Hebreos 9,11-15: Superioridad del sacerdocio de Cristo, el Mediador por excelencia, que nos purifica con su Sangre, sellando así la Nueva Alianza, por la que nace el Pueblo de Dios. 

Marcos 14, 12-16.22-25: Dos partes: la preparación de la Comida pascual. Y el breve relato de la Cena en el contexto de la celebración pascual. Él ofrece su Cuerpo y su Sangre como sacrificio de la Nueva Alianza. 

1.- Celebrar el Misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo es contemplar diversos aspectos de este Misterio. Hoy la Palabra nos presenta y acentúa el aspecto sacrificial de la Alianza. Así, en la Alianza del Sinaí podemos contemplar dos dimensiones: una vertical: el Señor se hace el Dios de Israel y éste se convierte en el Pueblo del Señor. Pero también tenemos una dimensión horizontal: se crean lazos de comunión entre las distintas tribus, de modo que todos forman un solo Pueblo. 

Cabe destacar dos elementos: el Mediador, que es Moisés, quien trae la Propuesta del Señor y lleva la respuesta del Pueblo. El otro elemento: la sangre derramada sobre el altar: es un sacrificio de comunión entre la vida (sangre) del pueblo y la divinidad (el altar). Dios y el Pueblo están vitalmente unidos. 

La Alianza es iniciativa del Señor, pero espera la respuesta del Pueblo, de modo que hay dos coprotagonistas. 

2.- Pero la Alianza del Sinaí, a pesar de su grandeza y solemnidad, no es perfecta, sino provisoria. Por eso Jeremías dice: “Llegarán días en que estableceré una Alianza nueva…pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; Yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (Jeremías 31,31-33). Y esto se realizó plenamente con Jesucristo, quien en la Cena de la Pascua ofreció su Cuerpo y su Sangre, en la que el mismo texto utiliza las palabras del Éxodo al decir: “La Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos”, no sólo por Israel, sino por todo aquel que quiera ratificar esta Nueva Alianza en la Sangre de  Cristo. Ya no es Moisés el Mediador de la Alianza, sino que es Cristo, quien, sentado a la derecha del Padre, es el  único Mediador entre Dios y los hombres (cfr. 1Timoteo 2,5). Por eso nosotros los cristianos somos el nuevo Pueblo de Dios, que en el Bautismo ha aceptado la Propuesta de Dios; somos su Pueblo, a Él pertenecemos. Por eso la Iglesia, Pueblo de Dios, es también la Esposa que ha hecho una Alianza de Amor con Cristo el Señor, quien nos regala e imprime su Ley en nuestro interior. 

3.- Podemos entonces deducir que la moral cristiana es una moral de Alianza. Porque nosotros fuimos sellados con el Espíritu Santo que se nos ha regalado, como nos lo recuerda muy bien san Pablo cuando nos dice que recibimos el espíritu de hijos, por el que llamamos a Dios Abba, Padre y no somos esclavos para recaer en el temor (cfr. Romanos 8,15). 

¡Qué bien nos viene este mensaje! Somos miembros del Santo Pueblo de Dios todos los bautizados; a cada uno de nosotros se le ha regalado el Mandamiento nuevo del Amor. 

Fuera, entonces, esa espiritualidad del temor y el servilismo. Fuera también ese rigorismo estéril que impide que vivamos la libertad de los hijos de Dios. 

Si hemos de cumplir la Voluntad de Dios (los Mandamientos) que no sea tanto para “merecer” el cielo, sino más bien un claro signo de nuestra fidelidad al Señor. 

La vida cristiana no es segura por aferrarse al pasado, sino por querer vivir creativamente nuestra Alianza con el Señor. 

4.- Vamos a celebrar la santa Cena del Señor, la cual supera a la Pascua judía, supera la liberación y la Alianza del Sinaí. Cristo es el Cordero de Dios que al quitar el pecado nos alcanza la plena liberación. La Eucaristía renueva la  Alianza con Dios, esa Alianza que Él hizo con cada uno de nosotros. 

Los que comulgamos entraremos en comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo; por eso, siendo muchos, formamos el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. ¿Cómo podremos pagar al Señor tanto bien? Alzando la copa de salvación e invocando su Nombre. 

Hermano Pastor Salvo Beas.