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Homilía para la Eucaristía del domingo 23 de mayo de 2021.

Paz y Bien para todos ustedes.

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS. 

Hechos 2,1-11: En Pentecostés, fiesta de la Alianza, viene el Espíritu Santo. Nace el Nuevo Pueblo de Dios guiado por el Espíritu Santo. 

1Corntios 12,3-7.12-13: La comunidad cristiana está guiada por el Espíritu Santo, cuya presencia se manifiesta en los dones que Él da. Fruto es la unidad. 

Juan 20,19-23: Jesús resucitado ofrece la paz y el don del Espíritu Santo para que los discípulos continúen su misión salvadora. 

1.- El Espíritu Santo viene, se manifiesta, se comunica. ¿Cuándo? En Pentecostés, una fiesta judía que entre otras cosas recuerda la estancia de los israelitas en el Sinaí. Allí, con despliegue de ruido y fuego, Dios hizo la Alianza con las doce tribus, les dio la Ley y así nació el Pueblo de Dios. Ahora es con el Espíritu Santo que Dios forma a su Nuevo Pueblo, no de las doce tribus, sino de todos los pueblos. Es el Espíritu Santo el que reúne, convoca al Pueblo de Dios y sella con él la nueva y definitiva Alianza. Lo que el pecado (Babel) dispersó, el Espíritu reunificó. Porque el Espíritu de Dios viene a recrearlo todo. Es el Espíritu Santo el principio de vida de todo. Sin Él no hay vida en la comunidad, no hay vida en el creyente. Sin Él ni siquiera podemos reconocer a Jesús como Señor de todo. 

2.- Este Espíritu de Dios es quien guía a la Iglesia, por eso distribuye sus dones o carismas tan variados. Si el Espíritu produce unión, la presencia del pecado produce división. De allí la importancia de que cada cristiano y la comunidad toda sean espirituales, es decir, se deje conducir por el Espíritu. Es la única manera de que exista vida cristiana, vida en fidelidad al Señor de la Alianza. Por eso, sin la presencia dinámica del Espíritu y sin la aceptación por parte del creyente de este Espíritu no existe el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, existiría sólo un cadáver. Y el Señor “no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mateo 22,32), porque Dios ama la vida. 

3.- Tantas veces se ha dicho que existe una cultura de la muerte en el mundo, en la sociedad. Cultura que se manifiesta no sólo por tanta situación de violencia y enfrentamiento, sino también por el egoísmo imperante. 

Muchos se admiraron, y algunos se asustaron, por los resultados de los últimos escrutinios. Ante tanto egoísmo, tanto abuso de empresas, frente a tanta injusticia, expresión de una cultura de  la muerte, esto tenía que reventar por algún lado, expresando el malestar de tanta gente. Y es que hace rato que la gente se ha dejado conducir por otros, no por el Espíritu de Dios, que clama por todos lados. Lo mismo sucede en la Iglesia. Los dones, aunque diversos, son para crear un solo cuerpo, el de Cristo, pero no siempre ha sido así. 

4.- Hoy Jesús en medio sopla en nosotros y nos concede la paz, que es fruto del Espíritu (Cfr. Gálatas 5,22ss). ¿Queremos frutos en nuestra vida espiritual, en nuestras comunidades? Aceptemos al Espíritu Santo y dejémonos conducir por Él. 

Sólo con Él podemos llevar adelante la misión de Cristo, que es misión de salvación, de perdón. 

Ya lo dice el salmo responsorial: “Si les quitas el aliento (Espíritu), expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra”. 

Solamente alentados con la presencia del Espíritu Santo en nosotros es como podremos proclamar las maravillas de Dios. Celebremos, hermanos. 

Hermano Pastor Salvo Beas.