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Homilía para la Eucaristía del domingo 09 de mayo de 2021.

Mucha Paz y Bien para todos.

SEXTO DOMINGO DE PASCUA. 

Hechos 10,25…: Pedro predica en casa de un no judío. 

– Hace un anuncio de Cristo adaptado a los oídos de los no judíos. 

– El Espíritu de Dios desciende sobre ellos. 

– Son admitidos a la comunidad de los creyentes. 

1Juan 4,7-10: Dios nos amó primero; por eso nosotros debemos amar y vivir en el amor. Dios nos da a su Hijo para que en Él tengamos vida. 

Juan 15,9-17: El creyente debe permanecer en el amor de Cristo, es decir, guardar sus mandamientos. Hemos sido amados por Él, también nosotros debemos amar. 

1.- En verdad lo que dice Pedro es algo grande: “Dios no hace acepción de personas”. Es que el amor de Dios es infinito, no tiene ningún límite. Y lo demuestra al llamar también a los no judíos a formar parte de su Pueblo, algo impensable en ese momento histórico. Como dice san Juan en su carta: “Él nos amó primero”, por Él fuimos agraciados. Bien podemos decir que toda existencia es fruto del amor, redimidos por amor y fuimos llamados a la fe por puro amor; porque su amor es gratuito. Por lo mismo, la Palabra nos dice  que nosotros no podemos vivir sin amar. El hábitat natural del cristiano, de la comunidad cristiana, es el amor. Sí, pero ese amor diferente, ese amor que emana de su Fuente: Cristo. Por eso, “el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios”. 

2.- Es san Mateo quien nos dice que el amor al prójimo es semejante al amor de Dios (cfr. Mateo 22,39). Semejante, no igual. Porque es imposible que podamos amar como Dio, ya que su Amor es infinito, generoso, gratuito y eterno. Y el desafío de todo cristiano es amar de una manera semejante; el amor del cristiano ha de estar siempre en tensión, siempre queriendo amar más y mejor a los demás. Un amor semejante al de Dios, que envió a su Hijo como víctima propiciatoria. El Señor bien podría decirnos lo que le dijo al maestro de la ley: “Anda y haz tú lo mismo” (Lucas 10,37). Con esto la vara nos queda muy alta. Nadie puede decir: yo ya lo he logrado, porque, por mucho que amemos, no alcanzamos el grado del amor de Dios. 

3.- Todos, quien más, quien menos, vivimos el amor. Es inherente a nuestra naturaleza el vivir el amor. Desgraciadamente la cultura actual ha secularizado al amor, es decir, ha echado a Dios fuera del amor. En el mundo se habla de amor, pero no de Dios, porque molesta.  Es una necesidad básica el amar y sentirse amado. Desgraciadamente nuestro amor está contaminado. Lo contamina nuestro amor propio, nuestra mentalidad carnal y egoísta. Porque no cabe Dios en él. ¡Cuántas veces nos hemos cansado de amar! Es que nuestro amor es humano, limitado, frágil. A veces nos cansamos de amar a alguien o no da por temporadas con alguien. En fin,  todos hemos experimentado que, si bien es cierto que es hermoso amar y sentirse amado, preferimos a veces solamente sentirnos amados. 

Tenemos que asemejarnos a Dios, que es Amor. Y nos asemejaremos a Él cuando seamos personas en salida, capaces de descentrarse para ir donde el otro, tratando de realizar un encuentro con el otro desde nuestra propia identidad (cfr. Fratelli tutti 143); pero mientras permanecemos encerrados en nosotros mismos el otro no existe. 

4.- La tarea que nos deja el Señor es grande: amar a la manera de Dios, sin hacer acepción de personas. Él regaló su Espíritu- su Amor a los paganos, a los que eran menospreciados por los judíos. El amor de Dios, el amor del cristiano, es un amor sin barreras. 

Pero para poder vivir esto necesitamos permanecer en su amor. Así llegamos a ser amigos del Señor, los elegidos por Él por un amor gratuito. 

Es lindo amar a la humanidad, pero qué difícil es amar al que tengo a mi lado. Por eso necesitamos el apoyo de Dios, apoyo que se nos da en la Eucaristía, en el don de su Espíritu, que es la Fuerza de Dios presente en nuestras vidas. 

Hoy podemos alabar al Señor, porque se acordó de su amor y fidelidad en favor nuestro. 

Hermano Pastor Salvo Beas.