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EDD. sábado 06 de marzo de 2021

Hoy, sábado, 6 de marzo de 2021

Primera lectura

Lectura de la profecía de Miqueas (7,14-15.18-20):

PASTOREA a tu pueblo, Señor, con tu cayado,
al rebaño de tu heredad,
que anda solo en la espesura,
en medio del bosque;
que se apaciente como antes
en Basán y Galaad.
Como cuando saliste de Egipto,
les haré ver prodigios.
¿Qué Dios hay como tú,
capaz de perdonar el pecado,
de pasar por alto la falta
del resto de tu heredad?
No conserva para siempre su cólera,
pues le gusta la misericordia.
Volverá a compadecerse de nosotros,
destrozará nuestras culpas,
arrojará nuestros pecados
a lo hondo del mar.
Concederás a Jacob tu fidelidad
y a Abrahán tu bondad,
como antaño prometiste a nuestros padres.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 102,1-2.3-4.9-10.11-12

R/.
El Señor es compasivo y misericordioso

V/. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

V/. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.

V/. No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.

V/. Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):

EN aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían ¡os cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado e! ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

Queridos amigos.

Comenzábamos la semana con la invitación de Jesús. “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. Y la terminamos con la parábola del padre y los dos hijos. El padre fue misericordioso con los dos.  Toda una semana en que hemos orado y reflexionado sobre la misericordia, el perdón, el servicio, la solidaridad, el dar frutos de buenas obras…

En la parábola de hoy vemos que no es solo el hijo menor el que se pierde porque se marcha de casa, sino también el mayor que se queda pero que se encuentra lejos del padre. La parábola es una invitación a confiar en la inmensa misericordia del padre para quien siempre seremos sus hijos queridos. Él respeta siempre nuestras decisiones, pero sufre por sus consecuencias y siempre espera para acogernos de nuevo en casa. Siempre nos tenemos que dejar transformar por este amor inmerecido para reencontrar el camino hacia el Padre y hacia los hermanos y convertirnos en misericordiosos como Él.

En la parábola el padre espera, sale al encuentro, abraza, acoge, celebra porque su bondad no tiene fronteras. Al hijo pequeño le ofrece un perdón sin reservas cuando vuelve al hogar, y al hijo mayor una conversión al amor fraterno. ¡Qué difícil es apreciar la misericordia de Dios desde criterios humanos! Cabe que el relato sea una denuncia si nos sentimos personalizados en el hermano mayor, y cabe que sea una gran esperanza si nos sabemos abrazados por el padre en el hermano menor.

El Papa Francisco comentando esta parábola dice: “Nuestra condición de hijos de Dios es fruto del amor del corazón del Padre, no depende de nuestros méritos o de nuestras acciones, y por ello nadie puede quitárnosla… ¡ni siquiera el diablo! Nadie puede quitarnos esta dignidad. Incluso en las situaciones más feas de la vida Dios me espera, Dios quiere abrazarme, Dios me espera…

El sufrimiento del padre es como el sufrimiento de Jesús cuando nosotros nos alejamos o porque vamos lejos o porque estamos cerca pero sin ser cercanos.

Este evangelio nos enseña que todos tenemos necesidad de entrar en la casa del Padre y participar de su alegría, en la fiesta de la misericordia y de la fraternidad. Hermanos y hermanas, abramos nuestro corazón para ser “misericordiosos como el Padre”.

Os dejo estos pensamientos:

-“Jesús contó la parábola del hijo pródigo para decirnos algo importante: no importa lo que hayas hecho, regresa a casa” (Evan Headrisk).

“Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo” (Papa Francisco)

“No es solo olvidar. Perdonar es amar”.

José Luis Latorre
Misionero Claretiano

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy