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Homilía para la Eucaristía del domingo 07 de marzo de 2021.

Paz y Bien.

TERCER DOMINGO DE CUARESMA. 

Éxodo 20,1-17: El Decálogo: norma por la que el Pueblo de Dios se guía; es la forma que tiene de responder a Dios, su Salvador. 

1Corintios 1,22-25: Pablo cambia radicalmente los paradigmas para comprender el mundo: lo que es locura ahora es Sabiduría. 

Juan 2,13-25: Un gesto mesiánico de Jesús por el que indica su misión: purificar de la corrupción instalada en el mundo de la religión. Él trae un orden nuevo. 

1.- Dios ha hablado; diez palabras (Decálogo). Y en estas diez palabras establece las reglas del juego, el canon de la humanidad y de su Pueblo, que debe seguir para responder a Dios. Según el texto, es el Señor, como Salvador, el que establece las reglas del juego, quien establece un Orden. Y este Decálogo contiene dos órdenes de preceptos: los que definen la justa actitud del hombre ante Dios; también los que definen la justa actitud del hombre ante sus semejantes. En el primer orden se exige reconocer a Dios como el único Absoluto, excluyendo cualquier otra divinización. En el segundo orden se exige honor y respeto a la persona, prohibiendo toda forma de daño a la persona y sus bienes. 

Este es el Orden establecido y querido por Dios; lo que se resume en el amor total a Dios y al prójimo. 

Esta viene siendo la estructura íntima y básica de la Alianza. Dañar esto, sea en el amor a Dios o en el amor al prójimo, es viciar todo el orden querido por Dios. 

2.- San Pablo escribe a una comunidad inserta en un medio corrupto, sea Corinto, sea el lugar que sea, que ha viciado el Orden querido por Dios. Por eso el Apóstol cambia los paradigmas, los cánones, del mundo. Y lo hace de una manera radical. Ya que lo que para el mundo es locura y debilidad para Pablo es Sabiduría y Fuerza de Dios. Porque de eso se trata, de tener una visión y sabiduría distinta, la de Dios, que está reflejada en el Decálogo y en la enseñanza de Jesucristo, Sabiduría del Padre presente entre nosotros. Y ese es el mensaje de san Pablo, que es también el de la Iglesia: establecer o restablecer el Orden querido por Dios, el Reino de Dios. 

3.- Bien sabemos que la corrupción entró a la humanidad y ésta, contaminada, cambia las reglas del juego, trastorna el Orden querido por Dios.  Y así, absolutiza y adora lo que no es Dios, cae en la idolatría y, por lo mismo, atropella y destruye al hombre y su entorno. Llega a tanto la corrupción que alcanza a viciar la relación del hombre con Dios; y de esta manera la religión es contaminada de: fanatismos que atropellan y degradan a la persona; legalismos que ahogan la libertad del ser humano; fundamentalismos que siembran la muerte a tanta gente. El ser humano se auto constituye en Dios; y quien se cree Dios termina pisoteando a sus semejantes (y la historia lo demuestra) y también a la creación, ya que abusa de ella. 

4.- Pero ahí está la presencia mesiánica de Jesús. Hoy lo vemos introduciéndose en el centro mismo del culto, del Templo (lo más sagrado para un israelita), y lo purifica.  Porque la religión estaba viciada, ya no favorecía el Orden establecido por Dios, sino había creado un sistema que no expresaba lo que Dios había dicho a través de las Diez Palabras o Decálogo. Por eso, el gesto de Jesús es elocuente. Él viene a traer ese Orden querido por su Padre, declarando anulado, anticuado, el régimen judaico. El Templo de Jerusalén ya no sirve, por eso ya no existe. Ahora hay otro Templo mejor, santo, su Cuerpo, su Pueblo. 

Pero, ¡cuidado con contaminarlo! Y se contamina cuando no sabemos amar a Dios, cuando no respetamos ni valoramos al prójimo, cuando no respetamos ni valoramos lo que nos rodea. 

Por eso, hoy viene el Señor a purificar. Cuaresma, tiempo de purificación. Él nos purifica no con azotes, sino con su Palabra, con la Fuerza de su Espíritu. Porque “Él tiene Palabras de vida eterna”, expresión de su divina Sabiduría. Y aquí en la Eucaristía entra en nosotros y nos purifica. 

Hermano Pastor Salvo Beas.