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Homilía para la Eucaristía del domingo 28 de febrero de 2021

A todos un cordial saludo de Paz y Bien.

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA. 

Génesis 22,1-2.9-13.15-19: Tres aspectos en este relato: *Prueba de la Fe de Abraham. *Rechazo del sacrificio humano.  *Promesa de un descendiente. 

Romanos 8,31-34: Explosión de fe de san Pablo; teniendo a Dios de nuestra parte tenemos seguridad. 

Marcos 9,2-10: La Transfiguración de Jesús: el Señor muestra anticipadamente su gloria a los suyos para afirmarlos en la fe. 

1.- Al avanzar en la Cuaresma damos un paso más hacia la Pascua. Decir Pascua es decir triunfo, vida, Resurrección. Pero a esto se antepone la muerte, el fracaso, la derrota. Todos experimentamos en la vida el dolor, el fracaso, la muerte. Situaciones que nos pueden hacer tambalear. Y no sólo a las personas, sino también a los pueblos que atraviesan por situaciones oscuras, de muerte.  

Y ahí está la figura de Abraham, el hombre justo que experimenta la prueba. El relato es un relato teológico y así debe leerse. De lo contrario nos quedamos con un Dios terrible y cruel. Pero no; es un leguaje profético que nos habla de la fe de un hombre que no matará a su hijo, sino lo va a engendrar en una nueva dimensión: la de la Promesa y la Fe. Abraham confió en el Señor, se aferró a Él y está atento a responderle. Confía porque obedece y obedece porque cree, tiene fe. Como diría san Pablo, creyó contra toda esperanza. 

2.- Precisamente la figura de Abraham es la representación plástica de la auténtica fe bíblica. Fe es sinónimo de certeza, firmeza, seguridad. Y el justo es el que pone toda su seguridad en Dios, que por eso es llamado la Roca. 

Esa es la fe que tiene Pablo. Él está consciente de las penurias y tribulaciones que él y las comunidades están padeciendo. Pero lo de la carta es una tremenda explosión de fe en Dios, presente en todo momento. Sólo Dios es quien justifica y nosotros tenemos fe en el Dio que salva, que justifica.  Por eso, bien podría decirse que hoy es el domingo de la Fe. 

3.- No hace falta describir las situaciones de muerte por las que estamos pasando. A todo nivel y de toda índole, tanto personal como comunitariamente, tanto en la fe como en lo social, lo sanitario, lo económico, robos portonazos, incendios provocados, etc. Con todo esto cualquiera se desespera, echa pie atrás y busca su propia comodidad. 

A muchos ha dolido los pecados de la Iglesia y han saltado por la borda, como de un barco que se hunde. Y también tanto mal a nivel internacional. 

Y si a esto sumamos el mensaje de la cruz, que repugna. Es que es una locura, una estupidez, como dijo una persona, ¿Quién se puede tragar todo esto?  

4.- Y ahí está el Señor, que hoy se nos presenta transfigurado. Aquí lo importante es lo que nos dice el mismo texto: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”.  Porque no basta con creer en su doctrina, no basta con pelear por tradiciones religiosas, no bastan las guerras “santas”. Lo único que importa es “Escucharlo a Él, el Hijo muy querido”. Y escuchar es más que oír, es aceptarlo, creer en Él, aferrarse a Él, vivir de Él. Porque solamente en Él tenemos seguridad plena. Seguridad, no entusiasmo pasajero como lo tuvo Pedro. Eso no le sirvió, en el momento de la prueba, de la Pasión, negó al Señor. 

Hoy celebramos nuestra fe; nos afirmamos en Él. Sólo así podremos realizar nuestra Pascua, es decir, morir cada día para resucitar con Él. Es lo que expresamos en la Eucaristía, que es el Sacramento de nuestra fe. Por eso, a pesar de todo, podemos decir con el salmo: “Caminaré en presencia del Señor”. 

Hno. Pastor Salvo Beas.