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Homilía para la Eucaristía del domingo 14 de febrero de 2021.

Un cordial saludo de Paz y Bien a todos ustedes.

DOMINGO SEXTO DEL AÑO. 

Levítico 13, -2.45-46: Texto tomado de la sección del libro que trata de la pureza e impureza legal. El tema de las enfermedades de la piel no se mira bajo la perspectiva médica, sino religioso-cultica. 

1Cotintios 10,31-11,1: Normas concretas de la vida cristiana, que de por sí es santa; por eso  todo es para gloria de Dios, todo sea para el buen ejemplo de los demás. 

Marcos 1,40-45: Jesús toca y sana al leproso, lo purifica y lo reintegra a la comunidad. 

1.- Israel, Pueblo de Dios, es un Pueblo santo, distinto, separado del resto. Por ser un Pueblo santo tiene acceso a Dios. De aquí se desprende que nada impuro cabe en el seno de esta comunidad santa. Por eso están las “leyes de santidad”, que ayudan al pueblo, al creyente, a vivir una vida pura, no contaminada. Leyes que miran a defender a la comunidad de aquello que la podría contagiar de la impureza, quedando así incapacitada para acercarse a Dios. También está el aspecto higiénico, para evitar todo contagio. Por lo que nos damos cuenta que la cuarentena no es cosa de ahora, sino ya se aplicaba entonces insistiendo especialmente en el aspecto religioso-cultico. Por eso, todo es supervisado por el sistema religioso: el sacerdote. 

2.- La Iglesia, Pueblo de Dios, Asamblea santa. También a ella se le exige una vida no de pureza legal, sino de una santidad integral. Dios nos quiere santos, diferentes al resto. Sí, diferentes al resto, pero no por el modo de vestir, ni por vivir en “ghetos”, etc., sino que, según el decir de san Pablo, por un estilo de vida que sea para gloria de Dios y buen ejemplo de los paganos. 

El evangelio no nos pide cuarentenas, que vivamos apartados para no contaminar ni contaminarnos. Al contrario, tenemos que estar presentes en la sociedad, pero de una manera distinta, santa, a la manera de Cristo. OJO. No debemos pretender imponer a esta sociedad pluralista nuestro estilo de vida que tenemos y vivimos. No se trata de imponer, pero sí valientemente proponer como una alternativa, para nosotros la única alternativa válida, para el bien de los demás. Debemos saber convivir con otros que tienen otra escala de valores, estamos en una cultura diferente. Allí está nuestro desafío: ser luz y sal.  

3.- Bien sabemos que la autoridad sanitaria nos ha impuesto el régimen de la cuarentena; está bien, es necesario. Pero a veces se crean otro tipo de cuarentenas para aislar al que molesta, al distinto. Creo que no hace falta enumerar las distintas fobias que existen en nuestra sociedad. Fobias que llevan a levantar muros, tanto materiales como psicológicos, bloquear fronteras, etc. Si lo estamos viendo a diario.  Como diría el Papa Francisco, no se cultiva la cultura del encuentro, no se crean puentes. 

En la mente de muchos se acepta que somos un solo cuerpo, y eso está bien; pero al mismo tiempo no se acepta al distinto. Tenemos que aprender que nuestra sociedad, nuestra comunidad, es un poliedro, es decir, un cuerpo compuesto de diversas caras. El desafío es grande entonces: sabernos aceptar distintos y así crear puentes. 

4.- Todos hemos sido purificados por el Señor con la fuerza del Espíritu Santo. Porque Él nos quiere purificados por eso nos toca, nos sana y nos incorpora a la comunidad, como lo hiciera con el leproso. 

Por nuestra condición humana sufrimos de algunas alergias. Todo sabemos lo que es una alergia, una reacción del organismo que algo rechaza. ¿Qué alergias tenemos? ¿Al de otro color de piel, al que no piensa como yo, al que creemos malo, etc.? Y estas alergias nos dañan, enronchan el alma, nos hacen alejarnos.  

El leproso aceptó su realidad y así se acercó al Señor. También nosotros reconozcamos que necesitamos ser purificados. 

Hoy el Señor me dice, te dice: “Queda purificado”. Y por sabernos purificados, salvados, no podemos callar. Debemos luchar contra toda segregación. Porque hacemos comunión, cultivemos la comunión. Con el salmista podemos decir: “¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta!”. 

Hermano Pastor Salvo Beas.