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Homilía para la Eucaristía del domingo 10 de enero de 2021.

Que tengan un lindo verano. Paz y Bien.

SOLEMNIDAD DEL BAUTISMO DE JESÚS. 

Isaías 55,1-11: Tres cosas podemos destacar: 

. Promesa de una Alianza nueva; otra nación también formará parte del Pueblo de Dios. 

. Un llamado: a cambiar de rumbo, el camino del Señor. 

. Eficacia de la Palabra de Dios, que es agua que vivifica. 

1Juan 5,1-9: El creyente acepta a Jesús como el Hijo de Dios venido como hombre. Lo que se basa en que Él vino por el agua y la sangre, es decir, alude a circunstancias históricas: su bautismo y su Pasión. 

Marcos 1,7-11: En el bautismo de Jesús, los cielos se abren, desciendo el Espíritu y el Padre nos muestra a Jesús como su Hijo muy querido. 

1.- El Bautismo de Jesús, es un aspecto más del Misterio de la Epifanía. Los tres textos nos muestran aspectos importantes de este Misterio. Pero para captar mejor lo que la Palabra nos quiere indicar hemos de partir de algo negativo. 

Al Pueblo de Dios, desterrado, postrado, sin vida, debido a su infidelidad se le promete una Alianza nueva, será un Pueblo nuevo, en el que otros también pasarán a integrar este Pueblo. 

Pero todo esto es resultado de dos cosas: una, por un cambio de rumbo, optar por el camino del Señor, tan distinto al de ser humano. Dos, Dios quiere salvar enviando a su Hijo Jesucristo, a quien hemos de aceptar. Jesús, que vino en carne verdadera. Dios quiere y viene a salvar al hombre. 

2.- Dios salva. Y la Sagrada Escritura significa de muchas maneras esta salvación. Es agua, es lluvia, es vida. Su presencia es vivificante; es cuestión de aceptarla. Jesús, el Hijo, ¡Bendito por siempre!, nos trae el Agua de la vida, nos regala su Espíritu. 

En su bautismo se manifiesta, por un lado, la presencia del Espíritu y, por otro, el texto dice que “se abrió el cielo” (en lengua original: rasgó el cielo). Porque a causa del pecado y la maldad del ser humano el cielo se cerró. El hombre corta su relación con Dios. Pero con Jesús, en su bautismo, el cielo se rasga y Dios llega al hombre, llueve a cántaros el Espíritu de Dios sobre la humanidad, “la Palabra que sale de mi boca no vuelve a Mí estéril”, dice el profeta en la primera lectura. Es que la Palabra de Dios, Jesucristo, venido en carne, es siempre eficaz. Y Dios quiere salvar, porque Él es Amor y lo hace gratuitamente.  

3.- Una vez más nos damos cuenta que es Dios el que quiere salvar, pero espera nuestra respuesta. ¿Y cuál es nuestra respuesta?  La FE, es decir, dejar entrar, aceptar. 

El mundo no cree, no acepta. Es como una tierra gredosa, en la que el agua corre, pero no penetra, no empapa. No acepta el Mensaje, no acepta a Jesucristo. Prefiere seguir sus propios caminos, sus propios pensamientos. A veces la gente habla de castigo, que Dios nos está castigando. Pero lo peor que le puede suceder al hombre es cerrarse a Dios, a su Palabra, no hacerle caso. 

En los primeros tiempos del cristianismo hubo gente que no aceptó a Jesús como Dios y hombre verdadero, les escandalizaba el que Jesús fuera hombre de verdad. Hoy, tal vez, sucede lo contrario, no se acepta que Jesús sea Verdadero Dios. Y esto que parce tan teórico tiene sus consecuencias. Hoy tenemos un cristianismo “light”, diluido, un mensaje barato. Muchos reducen  al cristianismo a un pietismo desencarnado; otros  reducen el mensaje a una sociología deshumanizada. Y eso no sirve, eso no salva. 

4.- Contemplar el misterio del Bautismo de Jesús es contemplar lo que Dios quiere hacer con la humanidad. Quiere hacer una Alianza nueva. Es contemplar el misterio de Jesús, que vino por el agua y la sangre, es decir, por la Unción del Espíritu y su muerte redentora. Como diría san Pablo, es aceptar la locura de la cruz, que es Sabiduría de Dios (cfr. 1Cor. 1,18-19). 

Nosotros somos bautizados. Esto significa y supone que hemos aceptado a Jesús, que con Él somos un Pueblo nuevo, con una Alianza nueva. Alianza que sellamos y renovamos en la Eucaristía. Debemos tomar conciencia de nuestro bautismo; gracias él todos nosotros hemos sido ungidos con el Espíritu Santo.  Gracias al bautismo el Padre Dios rasga el cielo y nos dice: “Tú eres mi hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”.    

Hermano Pastor Salvo Beas.