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Homilía para la Eucaristía del Domingo 29 de noviembre de 2020.

Les deseo de corazón un buen Adviento.

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. 

Isaías 63,16-17.19; 64,2-7: Parte de la oración con la que, en medio de la degradación política, social y moral, el Pueblo invoca a Señor como Padre y Redentor. De allí el grito: “¡Si rasgaras el cielo y descendieras!”. 

1Corintios 1,3-9: Es el inicio de la carta. El Apóstol da gracias a Dios por los dones con los que colmó a la comunidad. Así colmados, ellos pueden esperar con una vida irreprochable la Revelación de nuestro Señor Jesucristo. 

Marcos 13,33-37: Antes de entrar a la Pasión el evangelista nos propone el discurso de la manifestación del Señor. Concretamente una exhortación a la vigilancia y a la fidelidad. 

1.- Todos conocemos el dicho cantado que dice: “Que llueva, que llueva, la vieja…etc.” Sobre todo en tiempos de sequía, como el que hemos tenido en la zona centro-norte del país. Es terrible, ya que es ruina. Israel vivió una terrible sequía, una situación desesperada en lo político, en lo social y en lo moral. Una decadencia total, que se compara  la situación del pueblo a un paño sucio. Es una situación desesperada. De allí el grito: “Si rasgaras el cielo y descendieras”. Como también canta la Iglesia en este tiempo: “Rocío venga del cielo, que las nubes lluevan al Justo”. 

Cuando el ser humano toca fondo se da cuenta que solo no puede salvarse. “¡Tú eres nuestro Padre, nuestro Redentor”! Nos damos cuenta que sólo Dios puede saldar nuestras deudas, llenar nuestros vacíos, saciar nuestra sed. 

Muchas veces la Sagrada Escritura al hablar de salvación, de perdón, usa verbos como “reparar”, “restaurar”. Porque el ser humano, el Pueblo de Dios, reconoce su impotencia; es como una casa en ruinas. Sólo Dios puede reparar, reconstruir con la fuerza de su Espíritu. Es bueno tener presente lo que dice el salmo responsorial: “Restáuranos, Señor del universo” 

2.- Dios, que es nuestro Padre, se hizo cargo de nosotros, asumió nuestra desgracia, es nuestro Redentor. Por eso nos envió a su Hijo, por eso nos ha colmado de dones para que los pongamos a disposición de los demás. ¡Cuidado! No para farrearnos estos dones, sino para poder esperar la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Nunca debemos perder de vista esta verdad. 

Debemos tener en claro que no estamos para siempre en este mundo, sino esperamos el encuentro con el Señor. En el mundo islámico hay un dicho atribuido a Jesús que dice así: “Jesús, la paz sea con Él, ha dicho: el mundo es un puente; pasen por él, pero no se instalen en él.” Lo que está indicando que si estamos colmados de dones es para trabajar en este mundo, pero no para instalarnos en él, pues estamos de paso. De allí que debemos cultivar más la virtud teologal de la Esperanza. Porque creyendo en el Señor (Fe) lo esperamos y amamos totalmente. Y porque esperamos por eso vigilamos. 

Los tres tiempos fuertes de la liturgia marcan nuestra vida de fe.  Nuestra vida ha de ser una conversión permanente (Cuaresma), un renacer a una vida nueva (Pascua) y así esperar vigilantes al Señor que viene (Adviento). Esta es la pedagogía de la liturgia, de la celebración de los misterios de la fe. 

3.- Cuando perdemos la perspectiva de la esperanza cortamos con el Señor, no se le espera, no se le desea. Y esto sucede con muchos hoy día. Encandilados con el presente, con los logros, se han enceguecido, no están vigilantes. Entonces llegan a ser como el necio que se instala en el puente, no avanza y no deja avanzar. 

Nuestros obispos se refieren a la situación de Chile y en la última Conferencia episcopal abordaron los intensos momentos que vive el país en esta “compleja situación sanitaria, económica, social y política, y en un relevante proceso constituyente marcado por el gran anhelo de una sociedad más justa y equitativa”. 

Hoy vivimos una cuarentena sanitaria que se ha tornado intolerable. Hay otras cuarentenas que también debemos vivir, cuarentenas personales y comunitarias. Lo que tienen en común estas cuarentenas es que nos descolocan, nos desinstalan. ¡Hasta cuándo! Y muchos empiezan a protestar. Ojalá que venga la solución, la vacuna, la salvación. Entonces caemos en la cuenta que solos no nos podemos salvar. 

4.- Hoy iniciamos este tiempo de Esperanza y de Fe. El hecho de la Venida del Señor debe despertar en nosotros una actitud de fe y vigilancia, una actitud de hambre de Dios, una actitud de presencia en el mundo, testimoniando con nuestras vidas que somos peregrinos, gente de paso, pero, mientras pasamos por este mundo, estar comprometidos con él.
Finalmente, la Conferencia Episcopal invita a un gran esfuerzo para renovar la esperanza: “Al comenzar este tiempo de Adviento, contemplemos con humildad el misterio de Dios-con-nosotros, el Hijo de Dios, Jesús, hijo de María, nacido en un establo sencillo. ¡Eso es Navidad! Así queremos nuestra vida: austera, honesta, afectuosa. Así queremos nuestro Chile: humilde, generoso, fraterno”. Hoy también clamamos: Ven, Señor Jesús, porque te necesitamos. Y Él nos está diciendo: Ya voy, esperen, estén vigilantes; miren que no saben ni el día ni la hora. Pero hoy viene el Señor para estar con nosotros, para restaurar. ¡Qué bueno! Con todo el mundo digamos con fuerza: “Que llueva, que llueva, que Dios está que llega”. 

Hermano Pastor Salvo Beas.