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Homilía para la Eucaristía de del domingo 13 de septiembre de 2020.

Paz y Bien a todos ustedes.

DOMINGO XXIV DOMINGO ORDINARIO. 

Eclesiástico 27,36 -28,7: Reflexión sobre el rencor y la venganza. El rencor y la ira son propiedad del pecador, del nombre sin Dios.

Romanos 14,7-9: Orientaciones prácticas para que en la comunidad cristiana reine siempre el amor, ya que todos pertenecemos a Dios, por eso, no juzgar a nadie.

Mateo 18,21-35: termina el discurso sobre cómo vivir en la comunidad; se ha de cultivar y vivir el perdón, indispensable para que el Señor nos perdone.

1.- Podría decirse que hoy la Palabra nos deja una de las lecciones fuertes de la Escritura. El perdón.

La propuesta de Pedro aparece muy generosa, ya que en la práctica los rabinos y los esenios hablaban de perdonar hasta cuatro veces. Pedro, en cambio, habla de perdonar hasta siete veces. Pero aun así se quedó corto. Jesús le responde: “setenta veces siete”.

A la pregunta “aritmética” de Pedro (que bien podría ser la de cualquiera de nosotros), el Señor le responde en el mismo terreno, saltando de un número generoso (siete veces) a otro indefinido.

Para entender mejor la respuesta de Jesús es necesario tener en cuenta lo que se decía en aquella época. Existía entre los judíos el “Cántico de venganza de Lámec”, un héroe legendario del desierto. Este cántico dice: “Caín será vengado siete veces, pero Lámec será vengado hasta setenta veces siete”. La venganza era una ley sagrada en el oriente antiguo y el perdón era considerado humillante.

2.- La respuesta de Jesús es contracultural. A la cultura imperante de la venganza Él propone la cultura del perdón. Y lo ilustra todo esto con la parábola que acabamos de escuchar, que está en sintonía con la reflexión que hace el libro del Eclesiástico.

Todos vivimos endeudados. Todos tenemos una duda impagable con Dios. Todos tenemos deudas entre nosotros, aparentemente grandes, pero superables. Pues bien, el Señor nos quiere enseñar que la misericordia de Dios es infinita y gratuita.

San Pablo enseña que la única deuda con los demás debe ser la del amor mutuo, ya que el que ama al prójimo ha cumplido toda la ley (cfr. Romanos 12,8).

Son muchas las páginas que nos hablan del amor diferente, del amor característico de los discípulos del Reino de Dios.

3.- La cultura no sólo del oriente antiguo, sino de todos los tiempos y lugares es la cultura de la venganza; se la disfraza con expresiones aparentemente elegantes: “Hay que salvar el honor”, “hay que hacer justicia”. En nuestro ambiente la expresión justicia es sinónimo de venganza. Existe la cultura de la venganza sin límites. “Ni perdón ni olvido”. Si en nuestra patria se respira este clima de venganza, quiere decir que el evangelio no ha penetrado en nuestra cultura, quiere decir que hay un barniz de cristianismo, pero que no ha penetrado en el alma de nuestro pueblo. Falta una “cultura de la fe”.

Tal vez nos hemos interesado más en introducir formas religiosas, pero no los valores del Reino. ¿Qué entendemos por impregnar de evangelio los ambientes? ¿Meter religión? Entonces estamos equivocados.

4.- He aquí la dura lección de la Palabra. El Señor nos propone el perdón sin límite. No tiene sentido llevar cuentas del perdón; el que se pone a contar cuántas veces ha perdonado al hermano se adentra por un camino absurdo que arruina el espíritu que ha de reinar entre los discípulos.

En la parábola Jesús nos muestra que el perdón debe ser algo permanente, así como permanentemente nos perdona Dios. Cuando reina el perdón en la comunidad, en la sociedad, podríamos decir que vivimos en una sociedad, una comunidad no contaminada por el virus del rencor y el odio y la sed de venganza.

Sólo así seremos perdonados; lo dice el mismo Jesús. Somos capaces de atarle las manos al Padre Dios cuando no queremos perdonar.

El Señor nos enseña a perdonar, nos capacita para vivir este clima de perdón, clima diferente, propio del Reino de Dios.

Hermano Pastor Salvo Beas.