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Homilía para la Eucaristía del domingo 30 de agosto de 2020.

DOMINGO XXII DEL AÑO. 

Jeremías 20,7-9: Jeremías se siente engañado por Dios, le echa en cara el haberle seducido, de allí su rebeldía. Presume no creer, pero la Palabra se apodera de él.

Romanos 12,1-2: El cristiano por pertenecer a Dios debe hacer de su vida un culto al Señor, lo que implica dos cosas: ponerse en sintonía con Dios y vivir cumpliendo su voluntad.

Mateo 16,21-27: Jesús anuncia a sus discípulos su Pasión; la reacción de Pedro e instrucciones para ser discípulo de Jesús.

1.- Para poder entender y vivir lo que Jesús trajo: el Reino, es preciso nacer de nuevo, ser un hombre nuevo. Pero es inconcebible vivir el Reino sin una vida de discipulado. Y de eso se trata: saber seguir al Señor. Pero seguir al Señor no es fácil. A veces este seguimiento provoca rebeldía. Fue lo que le sucedió a Jeremías, quien se sintió frustrado, engañado por Dios. El profeta acusa a Dios de haberle seducido y se da cuenta que por haberle hecho caso tuvo que enfrentar situaciones conflictivas. Hay una lucha interna en él; sin embargo al fin y al cabo hay un fuego abrasador: la Palabra, y se rinde a ella.

El discipulado produce conflicto interior. Se quiere seguir al Señor, pero es el hombre el que pretende poner las reglas del juego; como Pedro, que jugó el rol de Satán, es decir, de estorbo, obstáculo para con Jesús. Porque el Señor vino para cumplir-caminar tras el querer de Dios, que Pedro pretende impedir; por eso la reacción violenta de Jesús.

2.- Un verdadero discípulo de Jesús sabe que ha transferido todo su ser al Señor. Ya no es dueño de sí mismo. Por eso san Pablo compara la vida del cristiano a una ofrenda, un sacrificio en el que se inmola a Dios lo más  íntimo y valioso que tenemos: la voluntad. Y para poder hacer esta transferencia es necesario discernir para descubrir cuál es la Voluntad de Dios. De donde podemos deducir que una de las actividades permanente más importante para el cristiano es el discernimiento. Dicho de un modo simple, preguntarse siempre: ¿Qué haría Cristo en mi lugar?

3.- Tiempo atrás tuve un diálogo con una persona que se empeñaba por ser un buen cristiano. Estaba desesperado. De pronto me dice: “estoy arrepentido de ser cristiano. Prefiero no creer en nada ni en nadie”. Me dolió escuchar esto. Luego le dije: ¿cuántas veces habrás hecho lo mismo con tu polola? Bueno, ahora es una persona felizmente casada y con ella trata de seguir al Señor.

En nuestro historial de vida espiritual ¡cuántas veces nos habremos fastidiado con Dios o con la Iglesia! Es más cómodo renunciar, presumir no creer en nada. Pero ahí está el Señor, molestando, acosando, seduciendo. Y con san Agustín podemos  decir: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

4.- Seguir al Señor, ser su discípulo, de eso se trata. El Señor es franco y nos dice que para seguirle no existe otro camino que el que hizo Él, el camino de la Voluntad de Dios. Y esto exige de nosotros un renunciar a nosotros mismos, cargar con nuestra cruz, nuestras limitaciones.

El Papa Francisco varias veces nos ha puesto en guardia frente a la mundanidad, esa mentalidad carnal, materialista y individualista que a todos asecha. Por eso que el Apóstol san Pablo nos dice en su carta: “transfórmense interiormente renovando su mentalidad”, es decir, póngase en la honda de Cristo y así podrán discernir cual es la Voluntad de Dios.

El Señor es desconcertante, pero no nos engaña con promesas populistas. Nos invita a ser verdaderos discípulos. Si esto queremos hemos de estar dispuestos a unir nuestra ofrenda a la del Señor aquí en esta Eucaristía.

Hoy a todos nos dice como a Pedro: “Vade retro” = “Ve detrás de Mí”, es decir, confórmate con ser mi discípulo. ¿Estamos dispuestos a aceptar esta invitación?

Hermano Pastor Salvo Beas.