Homilía para la Eucaristía del domingo 23 de agosto de 2020.
Hermanos, comparto esta homilía para que puedan vivir mejor el sentido y misterio de la Asunción de la Virgen María. Feliz fin de semana.
SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTISIMA VIRGEN.
Apocalipsis 11,19; 12,1-6.10: Descripción con lenguaje apocalíptico del triunfo de Dios sobre el mal. Precede la aparición del Arca de la Alianza, que viene a significar la presencia de Dios en medio. La mujer vestida de sol, la Iglesia, atacada, es protegida por Dios.
1Corintios 15,20-27: Por ser de Adán todos estamos destinados a la muerte, pero a la muerte plena; por Cristo estamos destinados a la vida plena.
Lucas 1,39-56: El Cántico de María es un Himno de Acción de gracias a Dios por la salvación obrada por Él a favor de su Pueblo. María encarna al Pueblo de Dios favorecido-salvado.
1.- Celebrar este Misterio de la Asunción de María es celebrar el Misterio de la Pascua de Jesús. Sin la Pascua de Jesús ninguna Pascua tiene sentido. Y la Pascua de Jesús no se reduce a tres días, sino a toda su vida, desde Belén hasta la Ascensión.
Junto a Jesús está María, la Madre Santísima, la primera redimida, por eso la llena de gracia; María es la Discípula más excelsa del Señor. Ahora bien, contemplar la grandeza de María supone contemplar la Pascua de María, que es copia fiel de la Pascua del Señor. Jesús tuvo su Pascua, su “Paso”, porque Él vivió cumpliendo la Voluntad del Padre, fue obediente hasta la muerte en cruz. Por eso Dios lo exaltó y lo constituyó Señor de todo.
2.- Así como Jesús tuvo su anonadamiento, su despojo, del mismo modo su Madre. Del mismo modo que Jesús, María, unida a Él, tuvo su despojamiento, que se inició en Nazaret, cuando la Anunciación, y culminó al pie de la cruz. Las pocas veces que el evangelio hace mención de Ella acentúa su despojo, aparece como una mujer de bajo perfil.
Después del Concilio no se insiste tanto en los “privilegios” de María, como si Ella fuera una “Supermujer”, una “Mujer maravilla” que, por lo mismo, no tuvo que sufrir las limitaciones propias de la naturaleza humana. Al contrario, sin negar los dones que el Señor le otorgó, Ella participó de cerca en el Misterio de Cristo, sufrió con Él y por causa de Él. María es la Mujer creyente que en silencio siguió, caminó en pos de Jesús, su Hijo. María es grande porque supo dar, supo darse a los demás.
Siendo la Madre supo guardar en silencio en su corazón lo que sucedía en su Hijo, aunque no lo comprendiera. ¡Feliz, Tú, María, porque has creído! María, pues, tuvo su propio anonadamiento, su propia Pascua.
3.- Como su Hijo, Ella fue un sí, un Amén permanente a Dios, a su Plan a su Reino.
Por eso, entonces, el Señor la exaltó y le dio a Ella, después de su Hijo, un nombre sobre todo nombre. Por eso la llamarán dichosa todas las generaciones. Por eso Ella ha sido exaltada a lo más alto, junto a Dios, misterio de fe que celebramos hoy. ¿Por qué?, se preguntarán ustedes. Ya lo vimos, porque miró la humildad de su Servidora. Por eso todos la alabamos; aunque no todos, porque no faltan los detractores que la atacan y denigran y niegan lo que Dios ha hecho en Ella.
Nosotros no nos avergonzamos de honrar a María, la llena de gracia, la que supo decir Amén en todos los momentos de su existencia.
4.- Por eso hacemos Eucaristía, porque, así como Ella elevó su canto de acción de gracias, nosotros reconocemos que el Señor obró maravillosamente con todos nosotros por medio de Jesús, el fruto bendito de María. Él es el Primero en todo, que venció al pecado y a la muerte.
Nada tenemos que envidiar a María. Ella es la primera exaltada, también nosotros lo seremos, y reinaremos eternamente con el Señor.
Celebremos entonces con gozo a María por su Pascua definitiva, ya que goza de la plenitud el Reino de Dios.
Hermano Pastor Salvo Beas.