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Homilía para la Eucaristía del domingo 26 de julio de 2020.

Paz y Bien para todos ustedes.

DOMINGO XVII DEL AÑO.

1Reyes 3,5-12: El texto destaca la sabiduría de Salomón, la cual consiste en el buen criterio para juzgar y acierto en el arte de gobernar, es decir, el discernimiento.

Romanos 8, 28-30: Dios llama a los que ama y los destina a reproducir la imagen de su Hijo, el Primogénito entre muchos hermanos.

Mateo 13, 44-52: Culminación del discurso sobre el Reino. Hoy las tres últimas parábolas y un corolario con el que el autor corona lo expuesto en las siete parábolas.

1.- Da que pensar lo de la primera lectura: “Pídeme lo que quieras”, dice el Señor a Salomón. Ya sabemos lo que pidió éste. ¿Qué pedirías tú? ¿Qué es lo que pide la gente? Dime lo que pides y te diré quién eres, si un discípulo del Reino o un buen hombre de criterios puramente humanos, y lo que es peor, materialistas y carnales.

Todos buscamos para nosotros mismos lo que es bueno, lo que es mejor. Pero todo depende con qué mentalidad pedimos, buscamos.

Ya se ha dicho en otra oportunidad, que el cristiano ha hecho una opción radical, fundamental, en su vida. Y esta opción no es otra que el Reino de Dios. Si para el creyente el Reino es ese gran tesoro escondido, estará dispuesto a posponerlo todo con el fin de adquirirlo.

El Reino es ese tesoro, esa perla fina. ¿Dónde se encuentra escondida? Jesús dice que “el Reino de Dios está entre nosotros” (Lucas 17,21), pero no todos lo descubren, lo encuentran. Unos no lo encuentran simplemente porque están en otra. Los hay que no lo encuentran porque buscan con una mentalidad carnal.

2.- Pero también me atrevería a decir que el Reino de Dios está dentro de cada uno de nosotros. Y Dios Padre es quien nos descubre, nos encuentra y, dejándolo todo, nos busca, nos compra, nos rescata. Porque tú, hermano, eres un tesoro para Él, tú eres esa perla de gran valor; nos descubre y nos rescata para sí. Pues Él nos ha elegido y predestinado para que nos configuremos con su Hijo, nos parezcamos a Él, nuestro Hermano Mayor.

El Misterio del Reino tiene dos aspectos: uno, Dios nos busca, se revela por amor a nosotros. Dos, el hombre busca a Dios y no descansa hasta encontrarlo. Aquí cabe el dicho de san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti”.

3.- Hoy el mundo, la sociedad, busca y pide; se vale hasta de la religión para lograr lo que desea. Otros viven en función de sus logros y tesoros, porque “donde está tu tesoro estará tu corazón” (Mateo 6,21). Y no son felices, viven insatisfechos de todo.  Muchos ya no saben cómo pasarlo bien, cómo ser felices. Se echa mano hasta de lo más violento, fuerte y grotesco, pero no se logra la felicidad. Buscan, pero no encuentran, porque buscan fuera lo que está escondido dentro.

Los hay que como abejas, van de religión en religión, buscando la paz y el bien total. Y nada.

4.- Sólo quien encuentra el Tesoro, el Reino, sólo quien es encontrado-alcanzado por Dios, sabe ser un discípulo del Reino y es feliz. De allí corolario con el que el autor corona todo su discurso sobre el Reino.

El escriba o maestro de la ley comprenderá todo, descubrirá la novedad del Reino cuando opte por ser discípulo del Señor, cuando opte por el Reino.

No nos conformemos con saber mucho de Biblia, de teología, o de cultura eclesiástica. Más bien tratemos de encontrar al Señor, el Tesoro por excelencia, y optemos por ser sus discípulos. Entonces sí, de lo antiguo sacaremos algo nuevo.

La Eucaristía, Banquete del Reino, nos hace participar del Reino de Dios y proyectarlo en nuestro entorno.

Hermano Pastor Salvo Beas.