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EDD. martes 23 de junio de 2020.

Hoy, martes, 23 de junio de 2020

Primera lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes (19,9b-11.14-21.31-35a.36):

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías, para decirle: «Decid a Ezequias, rey de Judá: «Que no te engañe tu Dios en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. Tú mismo has oído hablar cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?»»
Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: «Señor, Dios de Israel, sentado sobre querubines; tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo. Es verdad, Señor: los reyes de Asiria han asolado todos los países y su territorio, han quemado todos sus dioses, porque no son dioses, sino hechura de manos humanas, leño y piedra, y los han destruido. Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios.»
Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: «Así dice el Señor, Dios de Israel: «He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén. Pues de Jerusalén saldrá un resto, del monte Sión los supervivientes. ¡El celo del Señor lo cumplirá! Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella su flecha, no se acercará con escudo ni levantará contra ella un talud; por el camino por donde vino se volverá, pero no entrará en esta ciudad –oráculo del Señor–. Yo escucharé a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo.»
Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 47,2-3a.3b-4.10-11

R/.
Dios ha fundado su ciudad para siempre

Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios.
Su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. R/.

El monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey.
Entre sus palacios, Dios
descuella como un alcázar. R/.

Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios,
tu alabanza llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,6.12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

Tres consejos o mensajes, que forman parte del Sermón del Monte:

      § El primero recoge la experiencia del propio Jesús. La perla o el tesoro escondido (el Reino) no se puede ofrecer a cualquiera. Hay a quienes sólo les servirá de motivo de escándalo, de rechazo e incluso de violencia. Una parte de los judíos, bloqueados por sus ideas previas sobre Dios y la Escritura fueron incapaces de valorar la piedra preciosa del Reino. Y la emprendireon con Jesús.

      Las primeras comunidades (cuando se escribió este Evangelio) tenían experiencia  de persecuciones y ataques, y era necesario ser muy cuidadosos con lo que se decía fuera de ellas. Hay acontecimientos, misterios, experiencias que no entiende (ni le importan) a una persona de fuera. La discreción y la prudencia son indispensables.

     Pero también se puede entender este consejo desde la práctica de iniciación de los primeros tiempos, cuando había todo un proceso catecumenal antes de que los candidatos se integraran plenamente en la comunidad. No había «prisas». Escribió San Juan Crisóstomo:  «Si cerramos nuestras puertas antes de celebrar los misterios y excluimos a los no iniciados es porque hay todavía muchos que están demasiado poco preparados para poder participar en estos sacramentos». Hay que tener en cuenta la capacidad de escucha y las disposiciones de aquellos a quienes se les anuncia el Reino y no precipitarnos al compartir con ellos nuestros tesoros. Es un buen criterio pastoral ¿o no?

     § El segundo se refiere al trato con los otros. En el fondo es una variante del viejo principio ético universal: «Amarás… como a ti mismo». Cada cual quiere para sí mismo lo mejor. Pues lo mejor es lo que tenemos que querer y procurar para los demás. Y eso, siempre, con todos, se trate de quien se trate y se haya portado con nosotros como se haya portado. Siempre está presente la tentación de dejar de ser generoso, amable, acogedor, etc con quien nos ha tratado mal, aunque nosotros hayamos sido maravillosos con ellos. Nuestra opcióny principios no pueden cambiar, condicionados por lo que recibimos a cambio. Es aquello de nuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, justos e injustos. Lo que todos necesitamos siempre: La ternura, la cercanía, el perdón, el reconocimiento, el ser aceptados y queridos tal como somos, es el camino para el encuentro con el otro, sea quien sea y se porte como se porte. Empezando por los más cercanos, claro… pero sin quedarnos ahí, porque «si amáis a los que os aman, qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los pecadores?» (Mt 5, 43-48).

      § El tercero usa el símbolo de «la puerta estrecha». Voy a permitirme citar a D. Bonhoeffer en su libro «El precio de la gracia»:

El camino de los seguidores es angosto. Resulta fácil no advertirlo, resulta fácil falsearlo, resulta fácil perderlo, incluso cuando uno ya está en marcha por él. Es difícil encontrarlo. El camino es realmente estrecho y el abismo amenaza por ambas partes: 

+ ser llamado a lo extraordinario, hacerlo y, sin embargo, no ver ni saber que se hace…, es un camino estrecho. 

+ Dar testimonio de la verdad de Jesús, confesarla y, sin embargo, amar al enemigo de esta verdad, enemigo suyo y nuestro, con el amor incondicional de Jesucristo…, es un camino estrecho.

+ Creer en la promesa de Jesucristo de que los seguidores poseerán la tierra y, sin embargo, salir indefensos al encuentro del enemigo, sufrir a injusticia antes que cometerla…, es un camino estrecho.

+ Ver y reconocer al otro hombre en su debilidad, en su injusticia, y nunca juzgarlo, sentirse obligado a comunicarle el mensaje y, sin embargo; no echar las perlas a los puercos…, es un camino estrecho. Es un camino insoportable.

    En cualquier instante podemos caer. Mientras reconozco este camino como el que me es ordenado seguir, y lo sigo con miedo a mí mismo, este camino me resulta efectivamente imposible. Pero si veo a Jesucristo precediéndome paso a paso, si sólo le miro a él y le sigo paso a paso, me siento protegido. Si me fijo en lo peligroso de lo que hago, si miro al camino en vez de a aquel que me precede, mi pie comienza a vacilar. Porque él mismo es el camino. Es el camino angosto, la puerta estrecha. Sólo interesa encontrarle a él. 

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy