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EDD. martes 09 de junio de 2020.

Hoy, martes, 9 de junio de 2020

Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes (17,7-16):

En aquellos días, se secó el torrente donde se había escondido Elías, porque no había llovido en la región. Entonces el Señor dirigió la palabra a Elías: «Anda, vete a Sarepta de Fenicia a vivir allí; yo mandaré a una viuda que te dé la comida.»
Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña.
La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.»
Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: «La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.»»
Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 4

R/.
Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? R/.

Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis,
reflexionad en el silencio de vuestro lecho. R/.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

Después de las bienaventuranzas, Jesús describe a los suyos comparándolos con la luz, con la sal y con una ciudad elevada. La sal y la luz eran -y siguen siéndolo en gran medida- elementos de primera necesidad para la vida diaria. Con tales comparaciones, dibuja el estilo de vida que Él sueña para sus amigos. Es una declaración, no un mandato. No les dice “debéis ser”, sino “sois” ya portadores de luz (por aportar sentido a la vida) y de sabor (por darle gusto a la vida). Esta genial síntesis es una sublime misión. ¿Y cómo realizarla? Los mismos elementos lo insinúan.

  • Siendo ellos mismos. La luz no debe deslumbrar, sino alumbrar el camino, clarificar, disipar la oscuridad de tantos que padecen ceguera o se mueven en la oscuridad. La sal si se propasa, corrompe; y si se vuelve sosa, hay que desecharla. La luz sirve para que los demás vean, no para ser vistos. La sal es valiosa para conservar y condimentar los alimentos, no para quedarse en el salero. Si no son lo que deben ser, son inútiles. Cuando lo son, cambian el mundo.
  • Disolviéndose. La sal se diluye en otra realidad y la luz se difumina en lo que ilumina. Ser eficaces les exige invisibilidad. Ambos desaparecen tras los efectos que producen. Su modo de conducirse es discreto, recatado, escondido. Se achican para que el Otro y los otros aparezcan y sean. Es su desaparición la que desvela su presencia. Paradoja.
  • Es un efecto colateral de la luz y de la sal. La luz encendida molesta en el dormitorio cuando queremos dormir. Lo experimentan quienes no consiguen pegar un ojo cuando un rayo de luz rompe la oscuridad de la noche. También la sal provoca escozor cuando cae sobre una llaga abierta. La luz y el sabor de la verdad, no lo podemos olvidar, también “pican”, sobretodo cuando revelan cosas que no quisiéramos saber o cuando tratan de sanear heridas no cicatrizadas.
  • Siendo, también, visibles. La enseñanza de Jesús incluye un contraste, no una contradicción. Con la última metáfora de la “ciudad elevada”, pide a los suyos que hagan visibles sus buenas obras. Entonces, ¿en qué quedamos: disolverse o resaltar? ¿Esconderse o lucir? Las dos cosas. Sin hacer ostentaciones indebidas, hemos de dejarnos mirar por otros, para que Dios sea glorificado. No para nuestra vana-gloria. Tampoco por “dar ejemplo”. No es eso, si se entiende de manera equivocada. Porque ocurre a veces, que eso que llamamos “dar ejemplo” se queda en lo postizo y artificial, sin coherencia. No se trata de aparentar. Quien solo se empeña en “dar ejemplo”, termina transmitiendo ideologías. Se trata de ser auténticos, o como ha indicado Jesús, de ser luz o sal, sin sucedáneos, para que todos den gloria a Dios.

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy