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Homilía para la Eucaristía del Domingo 10 de mayo de 2020.

Un cordial saludo de Paz y Bien.

DOMINGO QUINTO DE PASCUA.

Hechos 6,1-7: Con ocasión de un conflicto interno en la comunidad nace la “diakonía”, que es una característica típicamente cristiana. Para ello se designa a siete varones, a los que se  les imponen las manos, es decir, se les da autoridad para cierto servicio.

1Pedro 2,4-10: El texto nos presenta la nueva condición regalada por Dios en virtud del sacrificio de Cristo. Somos un Pueblo especial, como antes lo fue Israel.

Juan 14, 1-12: Este capítulo 14 trata de mostrar la suerte de los discípulos cuando el Señor ya no esté con ellos físicamente.

1.- Hace un par de semanas atrás decía que la espiritualidad cristiana es la del Éxodo. Como Israel fue sacado, liberado de la tiranía del Faraón y pasó a ser el Pueblo de Dios, de la misma manera nosotros fuimos rescatados, comprados por la Sangre de Cristo y hemos pasado a ser propiedad privada de Dios, Pueblo de Dios y Casa espiritual. También nosotros somos una Nación santa, un Sacerdocio real, un pueblo adquirido para proclamar la salvación. O sea, se nos ha regalado una nueva condición, algo que no éramos ni teníamos: un Pueblo de que alcanzó misericordia del Señor. Esto se viene a sumar a lo que ya se ha dicho: Cristo Resucitado, el único verdadero sacerdote de Dios, se encuentra presente en medio de nosotros y nos asocia a Él, para que con Él y como Él, proclamemos la misericordia de Dios.

2.- Todos tenemos experiencia de comunidad, comenzando por la comunidad fundamental, la familia. Y constatamos que no existe ninguna comunidad perfecta en este mundo. Pero esto no es para desalentarse.

Recién  decía que Jesús, nuestro Sacerdote y Pastor, nos asocia a todos a su misión, a su Ministerio. Sí, a propósito uso la palabra “ministerio”, que significa servicio. Porque Jesucristo requiere de sus discípulos tres cosas: uno, que se conviertan y lo dejen todo por Él; segundo, que tengan un estilo de vida nuevo: el amor fraterno; tercero, una actitud nueva: la Diakonía, es decir, el servicio. Si llegaran a faltar estos tres elementos, que podríamos calificarlo de “Trípode del discipulado”, nuestro cristianismo no sería un discipulado, como veíamos el domingo anterior. Tenemos que ser diferentes al resto, es decir, hemos de ser un Pueblo Santo.

3.- La actitud de servicio es la más importante para una vivencia comunitaria. Pertenecer a un grupo, a una comunidad, pero no estar dispuesto al servicio, origina conflictos, como sucedió a la comunidad primitiva, según nos dice la primera lectura. Allí imperaba el individualismo. Cuando en cada uno, en cada grupo, en cada partido cada uno tira para su propio interés, allí no podemos hablar de vida comunitaria; eso no sirve.

Por eso, la actitud fundamental, básica de todo cristiano es y debe ser el servicio.

Jesús, Sacerdote y Pastor, es también el Servidor por excelencia. Y a esto nos asocia a todos, no a algunos. Se nos urge a ser artesanos de la cultura de la solidaridad en un mundo donde reina el individualismo. En un mundo donde el interés mayor no es servir al otro, sino servirse del otro. De modo que el hombre vale por lo que sirve.

4.-  Jesús nos dejó la vara muy alta. Pero no. No debemos olvidar que Él es el Camino, es decir, la forma o estilo concreto de ser discípulo. Él es la Verdad, es decir, el modo seguro de vivir esta vida nueva. Por eso Él es la Vida, es decir, con Él tenemos plenitud, ya que sin Él nada somos.

Felipe le pide que le muestre al Padre. No hace falta. Basta con conocer vitalmente a Jesús y estaremos vitalmente unidos a Dios.

Volvemos a hacer comunión con el Señor a través de su Palabra, ya que sacramentalmente no podemos. Teniendo en cuenta lo que nos dice hoy el Señor, le podemos decir con el salmista: Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.

Hermano Pastor Salvo Beas.