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Editorial.

Pareciera que desde el Encuentro de Formación y Espiritualidad que tuvimos este año en Boroa hubiera pasado tanto tiempo…, y  aún no hace siquiera dos meses. 

Con el estallido del “corona-virus” el panorama de Chile ha cambiado. Los clamores de mayor justicia, equidad, mejores pensiones y sueldos, menos privilegios…siguen vigentes y habrá que retomarlos con decisión en cuanto se pueda. En este momento, estamos invitados a centrar la atención en el cuidado de la vida, la nuestra y la de los demás.

En Boroa teníamos como lema la oración de San Francisco: “Haz de mí un instrumento de tu Paz”. Y recordábamos que todos, como personas, tenemos la misma dignidad, somos hijos del mismo Padre, que a todos ama y que tiene unos preferidos, precisamente los que nuestro mundo “descarta” o los coloca en el último lugar. Nos dábamos cuenta de que sin justicia y  solidaridad no es posible la paz. Nos animábamos a ser protagonistas, en nuestra área chica, de esa vida que Dios quiere y que la expresamos con esa palabra tan querida para nosotros “fraternidad”: somos hermanos de todos, aunque piensen distinto, aunque nos hayan tratado mal. No podemos encogernos de hombros y decir como Caín: “acaso soy guardián de mi hermano? (Gen 4, 9). ¡Nada humano me puede ser ajeno!

Se hizo famosa, al empezar el estallido social, la expresión “Chile despertó”. Ojalá nos haya  ayudado a despertar a una vida más justa y fraterna, y a que no se nos meta en el corazón el veneno de la desconfianza, el resentimiento y la violencia. 

Se suele decir que en Chile (y yo creo que en todo el mundo) la política divide y el sufrimiento nos une. Lo hemos experimentado tantas veces, en los terremotos y otras calamidades que hemos vivido. Con el estallido del “corona-virus” hemos entrado en un tiempo diferente, en que la ansiedad  se puede apoderar de nosotros, pero también es una oportunidad para aprender a ser más humanos. La cuarentena que más temprano que tarde vamos a tener que vivir, se convierte en un tremendo desafío para compartir más en familia, para vivir más “de dentro afuera”.

“Quiero invitar a las familias que no pueden salir de casa…  que sepan encontrar la forma de comunicarse bien, de construir relaciones de amor en la familia… Que sepan vencer las angustias de este tiempo juntos en la familia. Pidamos por la paz de la familia hoy en esta crisis y por la creatividad” (Papa Francisco).». “Qué importante es, en esta nueva situación, que el marido y la mujer sepan mirarse a los ojos y hablarse, planeando juntos las horas del día, conscientes de que dentro del hogar hay una hermosa presencia que surge de su relación: Jesús. Es un tiempo como  el de las primeras comunidades cristianas, durante el cual el Señor nos invita a reunirnos como familias (Iglesia doméstica), a rezar juntos, alrededor de una vela encendida, para recordarnos que hay Alguien que nos mantiene unidos y que, en este tiempo de desconcierto, nos ama… ¿Cuántas veces al día en estas horas el Señor nos da la oportunidad de mirar tiernamente a nuestros hijos, con amorosa paciencia a nuestro cónyuge; de moderar el tono de la voz, aunque  a nuestro alrededor reina un desorden inesperado; de educar a nuestros hijos en el buen uso de este tiempo dilatado en casa, que parece no pasar nunca; de educarlos al diálogo hecho de escucha dada al otro…”  (Card. Farrell, Prefecto de la Congregación de los Laicos).

El amor empieza en casa, pero no termina en casa… Estamos invitados a cuidarnos y cuidar a los demás. La atención a los “apestados” fue característica de los primeros capuchinos. Muchos entregaron la vida en ese servicio. En aquel tiempo me imagino que no había “protocolos sanitarios” y seguramente que en su atención heroica, muchos capuchinos fueron contagiados y contagiaron a otros…Hoy se nos pide ser responsables con nosotros mismos y con los demás. Necesitamos acoger las indicaciones que nos da la autoridad, aunque algunas sean  incómodas. Lo que no debemos aceptar es la indiferencia y el egoísmo de pensar sólo en nosotros.  

Ante la magnitud de la crisis algunos se preguntan: ¿Dónde está Dios? Está en las víctimas de esta pandemia, está en los médicos, enfermeras, voluntarios que los atienden, está en los científicos que buscan vacunas antivirus, está en todos los que en estos días colaboran y ayudan para solucionar el problema, está en los que rezan por los demás, en los que difunden esperanza, ternura y solidaridad.

Ayer, 21 de marzo,  murieron 2 hermanos capuchinos del “corona-virus”: el Hno. Giampiero, encargado del comedor de los pobres en Trento, Italia, de 46 años, y Luis Carrillo,de 71,  hermano ecuatoriano que estaba haciendo un curso de franciscanismo en Madrid. Me acabo de enterar que hoy ha fallecido otro en Italia. Ellos han llegado al Hogar definitivo,  y nos animan a poner nuestras vidas confiadamente en las manos del Padre y a entregar la vida con amor en el día a día.

Este es una año difícil para  Chile y el mundo, de crisis profunda, y, al mismo tiempo es un año de gracia, en que Dios nos quiere enseñar a confiar y a amar; nos quiere enseñar a cambiar nuestros hábitos, y dar al amor y a la ternura la primera importancia. Esta crisis debe sacar lo mejor de cada uno de nosotros. Como hoy nos decía el Papa: «Vivimos días de prueba, mientras la humanidad tiembla ante la amenaza de la pandemia. Queremos responder a la pandemia del virus con la pandemia de la oración, la compasión y  la ternura. Permanezcamos unidos».

Padre Miguel Ángel Ariz,

Padre Provincial de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos de Chile.