Comentario al Evangelio del día, sábado 11 de abril de 2020.
11 de abril de 2020
¡No tengas miedo!
Santo Evangelio según san Mateo 28, 1-10. Sábado Santo; Vigilia Pascual
Por: H. Abraham Cortés Ceja, LC | Fuente: www.somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te pido me concedas la gracia de abrir mi corazón a tu encuentro y experimentar el gozo y la esperanza de tu Resurrección, dejando entrar tu luz y tus palabras a toda mi vida. Concédeme descubrir y comprender, con un corazón sencillo, el profundo e inmenso amor por mí y todos los hombres, .
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 28, 1-10
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella.
Su rostro brillaba y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán’. Eso es todo».
Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: «No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea; allá me verán».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La resurrección de nuestro Señor trae la verdadera paz y felicidad, dejando atrás todo miedo. Su resurrección llena de esperanza y gozo todo corazón que se encuentra hundido por la tristeza. El pecado no ha tenido la última palabra sobre nuestra vida, porque Jesús, al entregar su vida, amándonos hasta el extremo, no ha liberado de las ataduras que esclavizaban y oscurecían nuestra vida a causa del pecado. Gracias a la Resurrección del Señor, podemos descubrir el profundo significado y sentido que tiene su muerte en la cruz.
Los discípulos y las mujeres que habían seguido al Señor estaban tristes, experimentaban un gran dolor y desconsuelo. Su Maestro, su Señor, había sido condenado a muerte como un criminal; aquel hombre que había iluminado y trasformado sus vidas desde el primer momento en el que se encontraron con Él, al experimentar su mirada y escuchar sus palabras, no está más. Experimentan el miedo ante los judíos. ¿Qué será de ellos, si con su Maestro han hecho tal cosa?, ¿qué harán con aquellos que le siguieron y afirmaban que Él era el Mesías, el Hijo de Dios? ¿Ha sido todo en vano, una ilusión o una mentira? Sabemos la respuesta, pero no se trata de saberla, sino de experimentarla y vivirla; experimentar cómo Jesús resucitado nos sale al encuentro; escuchar sus palabras «no tengas miedo»; dejar que esas palabras entren el íntimo de nuestro corazón, lo llenen de luz, de paz, de gozo y de esperanza. Experimentar que el don de la fe que hemos recibido no es una ilusión, sino que es real, pero, sobre todo, que es vida. El Señor al resucitar ha vencido definitivamente el pecado y al diablo, ha derrumbado las murallas que obstaculizaban nuestro camino hacia la casa del Padre, nuestro verdadero hogar.
Que el gozo y la esperanza de la Resurrección guíen nuestra vida presente, sean el impulso, la fuerza y el sostén de nuestra respuesta libre y plena a nuestro Señor, como sus hijos, sus amigos y sus discípulos. El Señor, que nos ama infinitamente, desea que nuestra vida sea plena y feliz, por ello ha venido a este mundo, ha entregado su vida en la cruz y ha resucitado.
«Resucitó de la muerte, resucitó del lugar del que nadie esperaba nada y nos espera —al igual que a las mujeres— para hacernos tomar parte de su obra salvadora. Este es el fundamento y la fuerza que tenemos los cristianos para poner nuestra vida y energía, nuestra inteligencia, afectos y voluntad en buscar, y especialmente en generar, caminos de dignidad. ¡No está aquí…ha resucitado! Es el anuncio que sostiene nuestra esperanza y la transforma en gestos concretos de caridad. ¡Cuánto necesitamos dejar que nuestra fragilidad sea ungida por esta experiencia, cuánto necesitamos que nuestra fe sea renovada, cuánto necesitamos que nuestros miopes horizontes se vean cuestionados y renovados por este anuncio! Él resucitó y con él resucita nuestra esperanza y creatividad para enfrentar los problemas presentes, porque sabemos que no vamos solos. Celebrar la Pascua, es volver a creer que Dios irrumpe y no deja de irrumpir en nuestras historias desafiando nuestros «conformantes» y paralizadores determinismos. Celebrar la Pascua es dejar que Jesús venza esa pusilánime actitud que tantas veces nos rodea e intenta sepultar todo tipo de esperanza».
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de marzo de 2018).