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Homilía para la Eucaristía del domingo 01 de marzo de 2020.

DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA.(Dgo. 1 de Marzo).

Génesis 2, 7-9; 3,1-7: Dos partes: primero, poema de la creación; en ella el nombre ocupa un lugar especial, está en el jardín = Paraíso. Segundo, descripción del proceso psicológico de la tentación: “serán como dioses”.

Romanos 5,12-19: Se contraponen dos personajes: Adán y Jesucristo, el nuevo Adán. Por el primer Adán entró el pecado, por el segundo, Cristo, la salvación, caracterizada por la obediencia.

Mateo 4,1-11: Después de cuarenta días de ayuno Jesús sufre la tentación. Aparecen tres, pero en el fondo es una; Jesús retoma y rehace la historia de Israel en el desierto. Jesús vence la tentación.

1.- Hoy iniciamos el tiempo de Cuaresma, tiempo de preparación para la Pascua: la resurrección de Jesucristo. Es un tiempo de conversión, tiempo en el que debemos renovar nuestra opción bautismal. Porque somos bautizados, que hemos optado por el Señor, así como lo hiciera Israel allá en el Sinaí. El Pueblo de Dios peregrinó por desierto y experimentó la prueba, la tentación. La tentación de la autosuficiencia, el alimento o sustento sin Dios; la tentación de ser infieles yendo en pos de otros dioses y sentirse fuertes.

Jesús revive en su persona las pruebas de Israel, las pruebas de la humanidad. La diferencia está en que Él las superó. El fracaso del Pueblo de Dios en el desierto lo redime también Jesús en el desierto.

2.- Nosotros los cristianos, que hemos hecho una opción por Cristo en nuestro bautismo, también, como todo ser humano, experimentamos la tentación y, como Eva, nos hemos encandilado y caído. Pero san Pablo nos da la Buena Noticia: Jesucristo con su obediencia nos salva, nos redime de nuestras desobediencias.

El texto de san Pablo es capital, ya que nos muestra cómo todos nosotros, por el simple hecho de ser humanos, estamos inclinados al mal y, como humanos que somos, hemos desobedecido a Dios. Porque Dios nos quiere plenos, llenos de amor, pero nosotros no le hemos hecho caso, desobedecemos. Jesús, en cambio, es el obediente por excelencia ya que sometió su voluntad a la de Dios. Se hizo obediente hasta las últimas consecuencias.

3.- Lo que la Sagrada Escritura dice, aunque parezca un cuento infantil que hace sonreír al hombre de hoy, sin embargo retrata muy bien el proceso psicológico de la tentación. El hombre primitivo, el hombre israelita del desierto, el hombre de todos los tiempos, siempre ha experimentado la misma tentación: ser como Dios, bastarse a sí mismo, ya no necesita el maná y cae en la autosuficiencia. A tal grado llega esta autosuficiencia que se cree conocedor del bien y del mal, es decir, el hombre es quien decide lo que es moralmente bueno o malo. (Y solo Dios es quien dice qué es malo o bueno). Y es lo que siempre se ha vivido en la humanidad.

El gran obstáculo para ser verdaderamente cristianos  es la tentación, que actualmente se reviste de muchas maneras. Porque tenemos la tentación de las ideologías (de izquierda o de derecha) que esclavizan al ser humano. La tentación del consumismo: lo importante del hombre es tener, consumir, comprar compulsivamente. La Tentación del hedonismo: la vida fácil, burguesa. La  tentación de la autorrealización, que conduce a un terrible individualismo; etc.

4.- Jesús nos enseña a superar todas las tentaciones.

Cuaresma, tiempo de revisión, de conversión, de un volvernos a centrar en el Señor. Yo diría que la dinámica de la vida espiritual de este tiempo (y de todo tiempo) es: centrarse, concentrarse y descentrarse.

Centrarse: en Cristo, el único Señor y Salvador.

Concentrarse: en lo único necesario, que es buscar el Reino de Dios y su justicia. Basta de dispersión.

Descentrarse: volcarse al otro, al hermano. Debemos dejar de ser egocéntricos, ególatras.

Jesús así lo hizo y así lo enseñó con su vida.

La Eucaristía es la mejor manera de expresar todo esto. Más que con la ceniza, con la Eucaristía queremos reoptar por el Señor.

         Hermano Pastor Salvo Beas.