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Homilía para Misa de Navidad.

NAVIDAD. MISA DEL DIA.

Textos: Isaías 52,7-10.  Hebreos 1,1-6.  Juan 1,1-18.

1.- Por fin, con esta santa liturgia de Navidad nos atrevemos a contemplar el Núcleo del Misterio de este tiempo. Cada expresión de los textos bíblicos es muy rica en contenido. Cada texto amerita ser tomado en serio. Pero lo que más resalta y resume todo el Misterio es lo que dice el evangelio de hoy: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”.  Con esta frase se sintetiza magistralmente todo lo que pudiera decirse de Jesucristo. Sin hacer de este momento una clase, creo que debemos saborear el Misterio para poder contemplarlo y vivirlo. Porque los Misterios revelados son para ser vividos. Desmenuzando la frase:

2.- La Palabra: es el vehículo por el que una persona expresa sus pensamientos. Es por la palabra como se da a conocer alguien. Esta palabra puede se escrita (me valgo de la escritura), hablada (me valgo de la voz), gesticulada (me valgo del cuerpo, de sus gestos). Dios se expresa por medio de su Palabra. La Palabra de Dios es extensión de su Persona. El Padre, habiendo hablado de diversas formas en el pasado, ha pronunciado su Palabra final y definitiva en Jesucristo. (cfr. Hebreos 1,1-2).

Carne: ser humano, inconsistente, débil, mortal.  Es decir, esta Palabra  de Dios se mete, asume nuestra naturaleza humana sin dejar de ser Dios, porque “la Palabra era Dios”, dice el evangelio.

Habitó: el texto original remonta a la idea del “Tabernáculo instalado”, como en el Éxodo, que el Tabernáculo estaba en medio del campamento. De modo que Dios está en medio de nosotros, se instaló entre nosotros.

Si Jesús es la Palabra encarnada que está entre nosotros, Él es quien nos revela, nos da a conocer la identidad del Padre. Por eso, el mismo Juan dirá: “quien me ve, ve al Padre”(14,9). Pretender conocer a Dios esquivando a Jesús es una necedad y una soberbia.

3.- Dios se hace presente en la humanidad de una forma escandalosa: asumiendo nuestra naturaleza. A muchos racionalistas repugna esto. Como a todos nosotros cuesta, por no decir repugna, asumir nuestra propia realidad, con sus logros, riquezas, fracasos, limitaciones, pecados y enfermedades. Y si nos cuesta asumir lo personal, ¿cuánto costará asumir al otro, con sus limitaciones, gustos e ideologías?

La verdad de la Encarnación no sólo revela el inmenso y exquisito amor de Dios, sino también nos dice cómo actúa Dios, cómo debe actuar la Iglesia y cada persona.

Es hermoso, aunque difícil, el asumir la realidad del otro; es más fácil imponer lo propio, lo que sería un colonialismo..

Ahora tenemos el desafío de encarnar la Fe en la cultura actual, en el ambiente donde nos toca vivir y actuar. La Palabra, sin dejar de ser Dios, se hizo carne. La Fe, sin adulterarla, sin domesticarla, debemos encarnarla y expresarla con el lenguaje de hoy.

4.- Hoy contemplamos a Dios Redentor de la humanidad. El viene a hacerse cargo de su Pueblo, de todos nosotros, porque nos quiere rescatar, salvar.

¿Cómo no estar contentos? Celebremos, entonces al Señor. Aprendamos de Él a asumir nuestra propia realidad, a asumir el lugar donde nos toca actuar y vivir. Asumir nuestros éxitos y fracasos, nuestras alegrías y nuestras penas. Porque “lo que no es asumido no es redimido».

Al celebrar la Eucaristía seremos asumidos por el Señor, pero también nosotros nos uniremos a Él y llegaremos a ser uno con Él. Hacemos realidad en nosotros el Misterio que estamos celebrando. Feliz Navidad para todos ustedes.

       Hermano Pastor Salvo Beas.