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Homilía para la Eucaristía del Domingo 15 de diciembre de 2019.

Sigamos orando por el Pueblo de Dios y sus Pastores para que sepamos cumplir nuestra misión.

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO.CICLO A.

Isaías 35,1-6.10: La restauración de Judá es descrita como una renovación de la naturaleza y transformación del ser humano: el enfermo sana, el cobarde cobra vigor. Hay un nuevo Éxodo.

Santiago 5,7-10: Frente a las persecuciones y hostigamientos el autor aporta una certeza y un modelo. La certeza: la parusía del Señor, que viene a poner las cosas en su lugar. Un modelo: de fidelidad y paciencia de los profetas. Toda la vida cristiana se tensa con la esperanza firme en el Señor.

Mateo 11,2-11: Dos aspectos: – la respuesta de Jesús acerca de su misión mesiánica: se cumple lo expresado por Isaías. – el elogio que hace Jesús del Bautista, el último y mayor de los profetas, el nuevo Elías, eslabón que une los dos Testamentos.

1.- Hoy, tercer domingo de Adviento, es de alegría, porque el Señor está cerca, la salvación es posible. Sí, esta fue la esperanza que sostuvo al Pueblo en medio del destierro. “No hay mal que dure cien años”. Se sueña y se añora una renovación total de todo. El sueño del Reino de Dios es el sueño de la humanidad, y no solamente el sueño, sino el motor de la historia. Pues descubrimos que todos los movimientos sociales buscan algo mejor, aunque sea, a juicio de algunos, por caminos equivocados. Por eso se habla de renovación, transformación; no más de lo mismo. Y por la historia sabemos que ha habido remedios peores que la enfermedad. La Salvación bíblica implica transformación, es decir, algo mejor (desierto a vergel, de ceguera a visión) y también liberación, es decir, el hombre es puesto de pie.

2.- Jesús viene a hacer realidad lo de Isaías: los ciegos ven, los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena nueva es anunciada a los pobres. Mejor síntesis de la misión de Jesús (y de la Iglesia) no se puede dar. Algo similar encontramos en  Lucas 4,18-21. Y esta misión debe hacerse realidad también hoy. Jesús abrió los ojos a varios ciegos, a uno de nacimiento y a otros que habían perdido la visión. Pero en verdad Él quiere abrir los ojos a toda la humanidad. Dígase lo mismo de la parálisis, la lepra, la sordera y la muerte. Porque el Señor es el Salvador de todos y a eso viene.

Y la misión de la Iglesia es la misión de Jesús. Todos nosotros tenemos la misión de transformar y liberar con la ayuda del Señor, con la Fuerza del Espíritu Santo.

3.- Hace unos días atrás leí un grafiti que decía: “El silencio de la Iglesia también es violencia”. Me dolió, pero es cierto. Hubo una época en que la Iglesia se ufanaba de ser “la voz de los sin voz”. Eso no basta. El Señor quiere que le demos la palabra al que por tanto tiempo hemos tenido en silencio. El Señor quiere que todos estén capacitados para escuchar y comprender sus derechos. El Señor quiere que nosotros abramos los ojos a tantos que no ven, que ignoran sus derechos y deberes. Son otros los que quieren que la gente no vea, no oiga, no se exprese. Por eso el silencio nuestro es cómplice de una violencia opresora. Y eso Dios no lo quiere, como y tampoco quiere que su Iglesia sea corrupta y muda. Que no caiga sobre nosotros los cristianos lo que dice el profeta: “Todos ellos son perros mudos, incapaces de ladrar… ¡Y ellos son los pastores!” (Isaías 56,10-11). Esto es fuerte, duro, doloroso. Pero también es cierto que cuando la Iglesia, los pastores han hablado, su voz es silenciada en la prensa, en la radio y en la televisión. También son responsables.

4.- Pero no nos pongamos trágicos. El mismo profeta nos dice hoy: “Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: ¡sean fuertes, no teman, ahí está su Dios!”. Por supuesto que hoy hay que estar optimistas, ya que “el Señor abre los ojos al ciego y endereza a los que están encorvados”.

Animo, el Señor viene; con entusiasmo salgamos a proclamar que el Señor quiere liberar al ciego, al paralítico, al que está postrado. Porque a todos a ama el Señor.

Adviento, Venida del Señor. Hoy viene a cada uno de nosotros en su Palabra, en su sacramento. Y hoy quiere hacer realidad todo esto en nosotros y por medio de nosotros. Por eso este domingo es de alegría, porque ya viene el Señor a salvarnos a todos.

    Hermano Pastor Salvo Beas.