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Homilía para la Eucaristía del domingo 15 de septiembre de 2019.

Un cordial saludo a todos ustedes y les deseo una feliz fiestas patrias.

DOMINGO XXIV.

Éxodo 32..: Relato que se puede dividir en tres tiempos:

  • El Pueblo viola la Alianza: cae en la idolatría.
  • Moisés intercede por su pueblo: es el gran intercesor ante Dios.
  • El Señor renuncia al mal con que había amenazado a su pueblo.

1Timoteo 1,12-17: Pablo, el hombre que experimentó salvación, es ejemplo de lo que Dios hace con  nosotros.

Lucas 15,1-32: Tres parábolas que vienen a responder a la crítica que los fariseos y Maestros de la Ley hacen a Jesús por comer con pecadores. En las tres parábolas encontramos seis verbos claves:

“perdido”: la oveja, el dracma, el hijo; “encontrado”: la oveja, la dracma, el hijo.  Jesús grafica de qué manera Dios perdona a nosotros.

1.- Hermanos, en el libro del Éxodo 34,6 se lee: “El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse y pródigo en amor”. Expresión que se repetirá en otros textos (Salmo 102,8. Salmo 85,15. Salmo 144,8). Con lo que podemos comprender que la cualidad propia del Dios de la Biblia es su Amor-misericordioso. Misericordia dice ternura, compasión, condescendencia. Y todo esto es Dios. Si bien es cierto que este Dios es Amor-misericordioso, sin embargo también es presentado como un Dios celoso. El hombre celoso prefiere exterminar a la mujer infiel antes que perderla. Y así aparece en la primera lectura. Porque tiene un amor celoso quiere exterminar a su Pueblo, al punto que ya no lo reconoce como su Pueblo. Será Moisés quien le hará ver al Señor que Él juró firmemente salvar a su Pueblo. Y el Señor se muestra como es Él, según lo dice Oseas: “No ejecutaré el ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque soy Dios, no hombre” (11,9).

Esa es la razón de fondo: Soy Dios, no hombre. Ustedes podrán ser vengativos, porque son humanos, Yo no.

2.- Si en el Antiguo Testamento se afirma esto, con mayor razón en el Nuevo, donde Jesús, el Sacramento del Padre, nos muestra con sus enseñanzas y ejemplos cómo es Dios con nosotros. El es un Dios de encuentro. En su Hijo se encuentra con la humanidad perdida. Sale al encuentro de la oveja, de la dracma perdida y abraza al hijo perdido. ¡Y NOS ENCUENTRA!

San Pablo, el perseguidor, el blasfemo, fue alcanzado, encontrado por Cristo, quien lo transformó, lo cambió. El mismo Pablo dice: “encontré misericordia”.

Cada una de las parábolas escuchadas va acentuando un matiz de esta misericordia de Dios. El pastor de la parábola nos muestra a Dios que tiene tanto interés por el pecador que es capaz de dejarlo todo (de hecho en Jesús dejó su gloria para estar con nosotros). En la parábola de la dracma perdida la protagonista es una mujer dueña de casa. Ella hace lo indecible por encontrar la dracma: barre, enciende una lámpara, corre muebles… ¡y por fin la encuentra! Y en la parábola del hijo perdido el protagonista es el padre misericordioso. Aquí él espera, abraza, recibe al hijo que vuelve (conversión) y hace una fiesta y transforma al hijo. Pura misericordia.

3.- A contra luz vemos lo que es la humanidad. Está construyendo un mundo sin amor, sin misericordia. Para el mundo misericordia es sinónimo de debilidad. Todavía hay gobernantes que bloquean las ayudas que llegan a sus pueblos, porque les enceguece la soberbia y se les endurece el corazón. Desgraciadamente tenemos Medios de comunicación inmisericordes que no sólo informan, sino también condenan y se solazan con la caída del pecador. “La comunicación debe ser humana, y en términos humanos quiero decir constructiva, es decir, debe hacer crecer al otro”. Lo dijo el Papa a su regreso de su gira por África.

Frente a una realidad tan cruda, tan inmisericorde con los débiles surge el mensaje del Señor que todos debemos recoger y vivir; todos, especialmente los pastores y dirigentes de la Iglesia, de todas las iglesias. Porque todos tenemos la misión de mostrar y hacer creíble la misericordia infinita del Señor, como lo hizo Jesús.

4.- Como san Pablo, también nosotros hemos experimentado en carne propia la infinita misericordia del Señor, que ha sido capaz de quitar de nosotros aquello que nos avergonzaba: el pecado. Aquí nos encontramos con el Cordero de Dios que quita, no tapa, quita de nosotros el pecado, nos pone un vestido nuevo, pone un anillo, es decir, nos reconoce como hijos suyos muy amados. En una palabra, Dios se alegra y quiere que nosotros nos alegremos con Él, porque Él ha encontrado lo que estaba perdido.

Podemos cantar y celebrar en esta Eucaristía, porque su amor misericordioso es eterno. Como san Pablo también nosotros somos ejemplo de lo que Dios hace con todo el mundo. Seamos misericordiosos como lo es Dios.

       Hermano Pastor Salvo Beas.