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Homilía para la Eucaristía del domingo 01 de septiembre de 2019.

Paz y Bien a todos. Bravo, pasamos Agosto.

DOMINGO XXII DEL AÑO.

Eclesiástico 3,17…: Versículos que tratan de la humildad, tanto en medio de las riquezas, como en los conocimientos. El humilde es el que sabe ubicarse donde le corresponde.

Hebreos 12, 18-19.22-24: Una comparación: la experiencia del Sinaí, que infundía respeto, y la experiencia cristiana, que es comunión con Dios. Por eso hay que ejercitarse en una fe callada y humilde.

Lucas 14, 1.7-14: Hay dos enseñanzas: una, la humildad: el discípulo debe buscar el lugar más humilde. La otra, hacer el bien sin esperar retribución.

1.- Jesús es para nosotros el único Maestro; Él vino a enseñarnos no sólo con su Palabra, sino también con su ejemplo. Jesús, Dios hecho hombre, vivió inmerso en una cultura (la judía) y en ella inculcó los criterios y valores del Reino de Dios. Y así, hoy su Palabra nos enseña algo que es muy propio de la cultura del Reino de Dios: la Humildad. La humildad, en buenas cuentas, es saber ubicarse en la vida, donde corresponde. Humildad es verdad, es saber aceptar la propia verdad.

La verdad real del hombre se mide no por la opinión inflada o deprimida que él pueda tener de sí mismo, ni por las apreciaciones de los otros, ni por los resultados que arroje un test o una encuesta, sino por el contraste y las dimensiones que resultan al colocarse desnudo, sin máscaras ni maquillajes, ante Dios.

Podría decirse que la humildad es una opción permanente de vida, casi una forma de ser.

2.- En la medida que el hombre de fe capta la grandeza de Dios toma conciencia de sus limitaciones. Sabe que solo Dios es Santo, grande, fuerte y poderoso. Sabe que solo a Dios corresponde la gloria; por eso sabe ubicarse sin complejos ante Dios. Por eso, lo que nos dice la carta a los Hebreos es muy válido: nos acercamos a Dios sin miedo para estar en comunión con Él con una fe callada y humilde.

Hay cristianos que se creen más que los demás por lo que tienen, por los conocimientos que poseen. Otros se creen más por las relaciones que mantienen. No. Cada uno es lo que es ante Dios y nada más.

3.- La cultura del mundo va por otro camino. No cabe en el lenguaje del mundo la palabra humildad. Hoy vivimos la civilización de la imagen, en la que “aparecer” cuenta más que “ser”, donde la verdad es sacrificada en aras de la figura, del “perfil positivo”, de la fachada, de las máscaras.

Hoy muchos viven pendientes del qué dirán, o qué piensan los demás de mí.

Para muchos humildad es signo de debilidad o complejo de inferioridad que nos incapacita para abrirnos camino en la vida. Es otra cultura. Por eso, un discípulo del Reino tiene que saber ser contracultural.

La verdadera humildad no es desprecio de sí mismo, sino aprecio de sí mismo según la verdad de lo que cada uno es ante Dios.

4.- Jesús es el único y verdadero humilde, que no se buscó a sí mismo, sino la gloria de su Padre y el bien de los hombres.

María Santísima, la Servidora del Señor, supo reconocer las maravillas que el Señor realizó en Ella; agradeció  y se supo ubicar. Por eso Ella exclamó: “Su Nombre es Santo”.

Aquí, en la mesa del Reino, todos somos iguales, todos hermanos e hijos amados del Padre Dios.

Aquí caen todos los privilegios; por eso con fe le decimos: “Señor, no soy digno que entres en mi casa”. Y lo hacemos con confianza porque, con el salmista sabemos que Él “es bueno con los pobres”.

                                       Hermano Pastor Salvo Beas.