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Homilía para la Eucaristía del domingo 28 de julio de 2019.

Paz y Bien a todos.

DOMINGO XVII DEL AÑO.

Génesis 18,20-32: Diálogo entre Dios y Abraham. Abraham ejerce su rol de mediador. Dios se manifiesta misericordioso y justo.

Colosenses 2,12-14: La obra salvadora es presentada como la liquidación de una deuda que se registra en un documento que Cristo clavó en la cruz. Por esta obra de salvación el discípulo no debe abandonar su confianza en Dios.

Lucas 11,1-13: Jesús hace una catequesis sobre la oración. Hay tres momentos:

. Jesús enseña a orar invocando a Dios como Padre.

. Es necesario orar sin cesar: la parábola del amigo inoportuno.

. Se debe pedir lo bueno al Padre: el Espíritu Santo.

1.- Hoy la Palabra nos habla de la oración. Lo primero que hay que dejar bien establecido es que la oración es propia de toda religión: los budistas oran, los musulmanes oran, los hebreos oran, los cristianos oran. Pero la oración del creyente judío es diferente a la del pagano. Y la del cristiano es mucho más diferente. El orante creyente ora con confianza. Así, Abraham oró como amigo, habla con Dios como con un amigo. Es capaz de interceder por los que no son miembros del pueblo prometido.

Cabe hacerse la pregunta: ¿por qué orar?  El cristiano simplemente ora porque se sabe perdonado, salvado. Y se abandona con confianza en Dios, su Padre.

Hay que tener en cuenta que los que hemos optado por Cristo pertenecemos al Reino de Dios. Y lo que el Señor nos sugiere pedir en primer lugar es que venga el Reino de Dios. Los que están en el Reino oran. Y señal de pertenencia al Reino es la oración confiada que hacemos a Dios.

Jesús al enseñar sobre la oración no da fórmulas, sino presenta un modelo. El que ora derrama su alma indigente ante Dios.

2.- Dentro de su enseñanza Jesús nos enseña a llamar a Dios PADRE = Abba. Y Dios es Padre de los que aceptan a Jesús y creen en Él (Juan 1,12). De allí ha de brotar esa confianza plena en Él. Confianza que nos debe llevar a orar sin interrupción. La imagen del amigo inoportuno es muy elocuente. Y san Pablo nos dice que hay que “orar sin cesar” (1Tesalonicenses 5,17). El cristiano no debe cansarse de orar. Alguno pensará: No puedo pasar todo el día rezando. No se trata de eso. Orar sin cesar significa tener muy presente al Señor en todo momento, acordarse de Él con fe y amor.

Otra cosa que nos enseña el Señor es saber pedir siempre lo bueno y lo mejor. Es interesante lo que dice la carta de Santiago: “Piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones” (Stgo. 4,3). Jesús enseña a pedir lo que es bueno y, dentro de lo que es bueno, lo mejor. Y Dios, que es Padre y la bondad misma, sin duda dará lo mejor que Él puede dar a sus hijos que acuden a Él. Su Espíritu Santo.

3.- Hoy día, en muchos lugares y ambientes, hay crisis de oración, porque hay crisis de fe., porque no se vive en el ámbito del Reino. Así como señal de que un cuerpo está vivo es que aún respira, del mismo modo, señal que un cristiano está vivo es que ora. A muchos les cuesta orar porque no oran a la manera de Cristo, como hijos. Muchos en su oración son todavía paganos y se cumple lo que dice la carta de Santiago.

Son muchos los cristianos que no siente a Dios como Padre; se acercan a Él con mucho temor y poca confianza. Debemos tomar conciencia de que somos hijos amados de Dios, que Él siempre quiere darnos lo mejor de Él y no lo mejor para mí.

La oración es la fe puesta en acción, fe en el Dios que salva, que ama y escucha.

4.- Hay muchas formas de oración. Oración de petición, de intercesión, de alabanza, de acción de gracias, entre otras. No importa el tipo de oración. Lo que importa es que sea hecha en forma sencilla, sincera y honesta. Dentro de todas las formas de oración cristiana la mejor es la de Acción de gracias. En la plenitud del Reino cesarán las peticiones, las intercesiones, las rogativas, las cadenas de oración. Pero permanecerá para siempre la Acción de gracias. Por eso, la mejor oración nuestra es la Acción de gracias, es decir, la Eucaristía. Aquí nos unimos vitalmente con Cristo; Él en nosotros y nosotros en Él. Somos con Él hijos del Padre. No dudemos que el Señor nos dará todo lo que necesitamos.

Aquí podemos decir con el salmista: “Me escuchaste, Señor, cuando te invoqué”. Bueno, basta de hablar de la oración, mejor hagamos ofración.

                              Hermano Pastor Salvo Beas.