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Homilía para la Eucaristía del domingo 14 de julio de 2019.

Para los que tienen suerte: felices vacaciones de invierno. Paz y Bien.

DOMINGO XV DEL AÑO.

Deuteronomio 30,9-14: el creyente que quiera ser fiel a la Alianza debe cumplir la Voluntad de Dios expresada en la Ley. Y ésta será fácil de cumplir cuando el creyente la haga suya, la interiorice. Si no se apropia de la Ley, si no la hace suya, ésta se torna una carga insoportable.

Colosenses 1,15-20: es un himno que proclama la soberanía de Cristo. Dios se expresa, se manifiesta en Jesucristo, el Dios hecho hombre. Aceptando a Cristo nos unimos a Dios, conocemos a Dios, sabemos lo que Él quiere de nosotros.

Lucas 10,25-37: con la Parábola Jesús responde y aclara lo que significa cumplir la Ley para tener la Vida eterna.

1.- El maestro de la Ley pregunta sobre qué hacer para tener la vida eterna. Este es un deseo muy legítimo de todo ser humano; todos buscamos la plenitud en todo: en el gozar, en el amor, en el vivir, en la salud, etc.  Vida eterna es sinónimo de vida plena. Si bien es cierto que todos buscamos la plenitud no todos la buscan de la misma manera.

La Palabra de Dios nos muestra cuál es el camino de la Plenitud: el vivir la Voluntad de Dios. Para el israelita creyente la Ley es el medio por el cual él vive la Voluntad de Dios. Pero se trata de una ley interiorizada, una Ley q      ue el hombre debe hacer suya; tiene que estar en plena sintonía con el querer de Dios. Porque la Ley es expresión de la Voluntad de Dios.

Para nosotros, como dice la carta, Cristo es la imagen de Dios invisible, es decir, Cristo es la expresión de Dios; viviendo a Cristo vivimos conforme a la Voluntad de Dios. Viviendo a Cristo somos plenos, tenemos vida en plenitud (cfr. Juan 3,15; 10,10). Porque a eso vino y fue enviado Jesús, para que al aceptarlo, al hacernos uno con Él, tengamos vida en plenitud.

2.- Si cumplir la Ley trae vida plena, es necesario vivirla a la manera de Cristo, a la manera de Dios. Y Jesús viene precisamente a dar plenitud a la Ley (Mateo 5,17), es decir, nos viene a enseñar una manera más plena de cumplir con lo que Dios quiere.

En el evangelio de hoy Jesús aclara algo que siempre se ha entendido de una manera no plena. Y se trata de la pregunta: ¿quién es mi prójimo? Mientras nos atengamos a la pregunta tal cual es siempre estaremos haciendo componendas. Así, para un israelita prójimo era otro israelita. Para la mayoría de nosotros prójimo es el otro, al que yo puedo seleccionar. Y de hecho así lo hacemos.

Jesús le da un nuevo sentido al término Prójimo. Prójimo no es el otro, sino uno mismo. Soy yo quien debo acercarme, aproximarme al otro, sin tener en cuenta su condición, ni su raza, ni su sexo, ni su religión, ni ideología. Por eso el Señor le cambia la pregunta al doctor de la ley, y también a todos nosotros: hay que portarse como prójimo, hacerse prójimo. Comportarse como prójimo como lo hizo Dios, en Cristo, que se aproximó a nosotros y en su Hijo Él nos da a conocer la exquisitez de su amor y cómo debemos amar.

3.- ¡Cuántas veces nosotros nos comportamos como si estuviéramos viviendo en el Antiguo Testamento! Nos conformamos con un cumplimiento a medias (y no pleno) del amor al otro. No debemos olvidar que siempre habrá una excusa para no amar al otro: que si su piel, su religión, que si es gay, es vil, mal oliente, un flojo, que no cumple los requisitos, que le faltan los papeles, crisis humanitaria que se transforman en crisis migratorias, en fin, cualquier excusa nos deja tranquilos. ¡Puras excusas! Entonces no somos plenos, ya que no hemos interiorizado lo que Dios quiere. Y los prójimos no se seleccionan.

Debemos hacer dos cosas: uno, interiorizar esta enseñanza de Jesús; dos, saber salir de nosotros mismos, desinstalarnos para ayudar al otro, “bajar de nuestra cabalgadura”.  Es cuestión de descubrir al otro. A veces no descubrimos al otro, al que está junto a  nosotros, al que en nada se parece a mí.

4.- Hoy el Señor se hace prójimo nuestro. Él, que es la imagen de Dios invisible, nos muestra con su ser, su palabra y gestos de qué manera nos ama Dios. ¡Dios es Amor!

Al comulgar nosotros interiorizamos a Cristo y Cristo nos hace suyo, hay comunión plena. Cuando existe comunión plena con Cristo se puede hacer lo que Cristo enseña: hacerse prójimo, romper barreras, salir de nuestros esquemas y comodidades. Hermano, “la Palabra está muy cerca de ti… para que la practiques”. ¿Cuál Palabra? La que dice Jesús: “Ve, y procede tú de la misma manera”.Hermano Pastor Salvo.