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Homilía para la Eucaristía del domingo 02 de junio de 2019

Paz y Bien a todos en esta hermosa fiesta de la Ascensión.

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.

Hechos 1,1-11: Inicio del Libro de los Hechos de los Apóstoles. La Ascensión significa la culminación de todo el ministerio de Cristo. Significa también el inicio del ministerio de la Iglesia. Significa el retorno glorioso de Jesús al Padre, su glorificación definitiva.

Efesios 1,17-23: San Pablo nos dice que la grandeza del poder de Dios ha actuado en nosotros. Es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo al resucitarlo, sentarlo a su derecha, darle la plenitud del poder y constituirlo Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo.

Lucas 24,46-53: Jesús al despedirse promete a sus discípulos el don del Espíritu Santo. Constituye a sus discípulos en testigos suyos, para que sigan su propia misión.

1.- Celebrar la Ascensión del Señor es contemplar la grandeza del poder de Dios que ha actuado. Porque esa es la gran verdad, Dios ha actuado.

Ha actuado en Cristo al glorificarlo y constituirlo Señor de todo.

Ha actuado en Cristo llevando todo a su plenitud por medio de su Iglesia, que Él mismo se formó. Así como antes del Adán dormido formó el cuerpo de la mujer, así también de Cristo, muerto y resucitado, formó el Cuerpo de la Iglesia, “carne de su carne y hueso de sus huesos”, y le infundió su Espíritu para que tenga vida en plenitud.

Ha actuado en nosotros, porque, en Cristo, Él nos colmó de bendiciones y nos transformó gratuitamente llamándonos a nueva vida.

Hoy contemplamos el triunfo del Señor, que vuelve glorioso a su Padre que ha actuado.

Y con este poder grandioso la Iglesia es enviada para ser la presencia real de Cristo en el mundo de hoy. Sin este poder de Dios es imposible que la Iglesia pueda cumplir su misión.

2.- Sí, porque la Ascensión es la culminación de un ministerio, el de Cristo, y el inicio del ministerio de la Iglesia, que no es otro que el de Cristo. Por eso le promete la asistencia del Espíritu Santo.

Contemplar no significa evadirse, volarse, sino empaparse del Misterio de Cristo para trasmitirlo a los demás. Por eso se dice. “Serán mis testigos”. Testigo puede ser solamente el que ha tenido una experiencia. Yo puedo ser testigo de un accidente, de un incendio solamente porque lo he experimentado. Se es testigo de Cristo cuando se ha tenido una experiencia de Él.

Los Apóstoles estaban arrobados mirando al cielo. Pero se les dice que deben anunciar al Señor. Anunciarlo por todas partes comenzando por Jerusalén. Y su mensaje no es otro que ser testigos del Reino de Dios inaugurado por Cristo.

3.- El Papa san Paulo VI escribió en la “Evangelii Nuntiandi”: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio. San Pedro lo expresaba bien cuando exhortaba a una vida pura y respetuosa, para que si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado por la conducta. Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra de santidad.” (E.N. 41).  Seremos testigos si tenemos experiencia de Cristo, si en verdad estamos empapados de Cristo.

La crisis del cristianismo es crisis de contemplación, de una vida centrada en Cristo, concentrada en el misterio y vivencia del Reino, pero descentrada, es decir, no mirándose a sí misma, sino volcada hacia la realidad del mundo.

En Chile la credibilidad de la Iglesia alcanza un 8% solamente. Otras instituciones son más creíbles. Razón tenía el Papa Paulo VI. El empeño nuestro no es ser más creíbles, sino más de Cristo. La sociedad no nos quiere ni cree porque somos falsos. Pero igual no nos querrá, aunque seamos auténticos testigos.

4.- Pero no estamos solos. No olvidemos que la Iglesia es el Cuerpo verdadero de Cristo, cuya Cabeza es Él. Hemos de estar vitalmente unidos a Cristo. Y aquí en la Eucaristía somos vivificados. De aquí salimos con “Olor a Cristo”, contagiadores de Cristo, para poder testimoniarlo en todas partes. Sólo así hacemos realidad lo que dice el salmo: “El Señor reina sobre la naciones, el Señor se sienta en su trono sagrado”.

                                  Hermano Pastor Salvo Beas.