Editorial – Marzo 2019.
Tiempo de Cuaresma
Fortalezcan sus corazones (St 5,8)
Queridos hermanos y hermanas Paz y Bien !!!
La Cuaresma es un tiempo de renovación. Pero sobre todo es un tiempo de gracia para cada uno de nosotros y nuestras Fraternidades, Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: Amemos a Dios porque él nos amó primero y Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Le interesamos; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. Si un hermano sufre, todos sufrimos con él; y si un hermano es honrado, todos nos alegramos con él.
Como pueblo de Dios, por tanto, tenemos la necesidad de renovarnos cada día para no caer en la indiferencia y Dios no es indiferente a nosotros, sino que nos ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
En San Francisco se encuentra la más clara y poderosa expresión de la piedad hacia el prójimo, especialmente en el encuentro con el leproso, un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento. Y sin embargo Francisco venciendo sus juicios y sus temores, llegó a él, lo abraza y le da un beso. Allí, el joven empezó a rodear de amor y misericordia al hermano que sufre.
El mismo Francisco reconocería más tarde, en su testamento:“Cuando era pecador, me parecía demasiado amargo ver a los leprosos; y el Señor mismo me condujo entre ellos y practiqué con ellos misericordia. Y lo que antes me parecía amargo se transformó en dulzura de cuerpo y alma” .
Sólo venciéndose a sí mismo, el hermano Francisco, llegó a ser amigo, familiar y servidor de aquellos hombres y mujeres, a quienes en otro tiempo les repugnaba, servía a todos por Dios con extremada delicadeza; lavaba sus cuerpos infectos y curaba sus úlceras purulentas.
A ejemplo de nuestro hermano Francisco con el leproso, nosotros como Laicos estamos llamados a curar con delicadeza las heridas de nuestra Iglesia y nuestros hermanos, generando en nosotros nuestra propia sanación.
Hermanos y hermanas, en este camino Cuaresmal les pido seguir perseverando con sus oraciones por nuestra Iglesia, por nuestra Provincia Capuchina, por las vocaciones, por nuestras fraternidades y de forma especial por nuestros enfermos, por los que sufren en soledad, por los cesantes, por nuestras familias, padres e hijos, y por cada uno de nosotros para que el Señor nos bendiga, nos guarde, y que la Santísima Virgen nos cuide como Madre y nos cubra con su manto protector.
Les envío un abrazo y que la Paz y el Bien estén con cada uno de ustedes.
Fraternalmente
Evelyn Toledo Reyes
Coordinadora Nacional