EDD. lunes 25 de marzo de 2019.
Primera lectura
En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».»
Palabra de Dios
Salmo
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.
Segunda lectura
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.»» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor
Queridos amigos y amigas:
Situamos la escena que nos narra el evangelio en Nazaret, donde hoy se alza la basílica de la Anunciación, la más grande de las iglesias católicas construidas en Tierra Santa. Dentro de esa iglesia se conserva la llamada casita de Maria donde ella vivía con sus padres y donde recibió la visita del Ángel.
En medio de este tiempo de Cuaresma el calendario cristiano nos propone la figura de la Madre de Jesús, la Virgen Maria, en el misterio de la Anunciación del ángel Gabriel. En aquel momento María era una joven muchacha en edad de casarse, pues estaba prometida en matrimonio a José. El matrimonio estaba previsto, pero aún no habían convivido juntos, por eso María le dice al ángel que todavía no convive con su futuro marido.
En esta narración del evangelio hay dos protagonistas, la Virgen María y la Palabra de Dios que transmite el ángel Gabriel. María en su sencillez está abierta a la voluntad de Dios. Y es la Palabra de Dios la que transforma, da seguridad y, sin forzar la libertad de María, la lleva a una aceptación gozosa de la voluntad divina. María responde que se cumpla en mí tu Palabra.
De hoy en adelante la historia del mundo será de otra manera. Dios se hace hombre y la joven Maria será su madre. Por eso ella ocupa un puesto tan especial, único, en los designios de Dios sobre la humanidad. El “sí” de María en su humana pequeñez inaugura todos los “síes” que los seres humanos somos invitados a dar a las llamadas de Dios.
María después de escuchar, acoge. Las palabras dan fruto en su interior, no pasan como el viento, sino que se quedan y echan raíces en su corazón. Aprendamos de María a vivir una acogida humilde del Plan de Dios en nuestra vida. Que ella nos enseñe a aceptar con amor los designios divinos y a no alejarnos de su presencia.
La aportación de María como madre de Jesús no consiste solamente en haberle dado un cuerpo, sino también en formarlo y educarlo, igual que hace toda buena madre y esa es su mayor alegría.
Sabemos que en su Hijo Jesús ella nos abraza a todos los que somos sus discípulos. A ella acudimos cuando nos sentimos tentados, tristes o en peligro. Y como nos enseña el Papa Francisco:
“Ella es la que se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó atravesar por la espada. Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña. Ella no acepta que nos quedemos caídos y, a veces, nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: «Dios te salve, María…»”.
Acompañados por la Santísima Virgen María madre de Jesús y madre nuestra vivamos este tiempo de Cuaresma con el corazón fijo en la Pascua, fiesta de Resurrección.
Vuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
carloslatorre@claretianos.es