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Comentario al Evangelio de hoy viernes 22 de marzo de 2019.

Del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43.45-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: “Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.

Llegando el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.

Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.

Ahora díganme: Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores? Ellos le respondieron: Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”.

Entonces Jesús les dijo: ¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable?

Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos.

Al oír estas palabras, los sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que Jesús las decía por ellos y quisieron aprehenderlo, pero tuvieron miedo a la multitud, pues era tenido por un profeta.

Palabra del Señor


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio que hoy meditamos nos inserta en la mente de Jesús que ya sabía cómo iba a ser el culmen de su misión. También se nos presenta lo que siente Dios Padre al ver que a pesar de habernos enviado a tantas personas para que escuchemos su voz y aun enviándonos a su propio hijo, nos hacemos de oídos sordos prefiriendo nuestra comodidad, como los arrendatarios de la viña.

Esto sucede cuando desechamos consciente o inconscientemente a Jesús de nuestra vida porque nos estorba; nos da pena manifestar nuestra fe o decir que somos católicos; permanecemos indiferentes ante las necesidades físicas y espirituales de nuestros más cercanos. Ahí también descartamos a Jesús. El Salmo 117 nos dice proféticamente «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora piedra angular».

Los fariseos y maestros de la ley desecharon a Jesús porque estaban demasiado cómodos con sus vidas, con sus ritos y sus costumbres, pero no conocían a Dios. Él se hizo carne y habitó entre ellos y no lo conocieron tampoco, les habló cara a cara y no lo siguieron ¿Y nosotros? Hemos tenido la misma oportunidad y, ¿estamos cómodos o queremos unirnos a la cruz? Si hoy escuchamos la voz de Dios, no nos hagamos de oídos sordos. En esta Cuaresma redescubramos nuestra cruz, redescubramos el amor más profundo que sólo se experimenta cuando tenemos a Dios en el corazón y le aceptamos en nuestra vida como roca firme y piedra angular. Despojemos de nosotros toda actitud de autosuficiencia y fariseísmo porque en lo profundo hay un vacío infinito que sólo podemos llenar con alguien infinito, Dios. Él llega a nuestra vida en el silencio y ahí es donde quiere hablarnos al corazón.

«Hermanos y hermanas, ¡Dios no se venga! Dios ama, no se venga, nos espera para perdonarnos, para abrazarnos. A través de las «piedras de descarte» —y Cristo es la primera piedra que los constructores han descartado— a través de las situaciones de debilidad y de pecado, Dios continúa poniendo en circulación el “vino nuevo” de su viña, es decir, la misericordia: este es el vino nuevo de la viña del Señor: la misericordia. Hay solo un impedimento frente a la voluntad tenaz y tierna de Dios: nuestra arrogancia y nuestra presunción, ¡que se convierte en ocasiones en violencia! Frente a estas actitudes y donde no se producen frutos, la palabra de Dios conserva todo su poder de reproche y advertencia: “se os quitará el reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos”. La urgencia de responder con frutos de bien a la llamada del Señor, que nos llama a convertirnos en su viña, nos ayuda a entender qué hay de nuevo y de original en la fe cristiana. Esta no es tanto la suma de preceptos y de normas morales como, ante todo, una propuesta de amor que Dios, a través de Jesús hizo y continúa haciendo a la humanidad. Es una invitación a entrar en esta historia de amor, convirtiéndose en una viña vivaz y abierta, rica de frutos y de esperanza para todos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de octubre de 2017).

 

Fuente : http://es.catholic.net/op/articulos/72526/un-vacio-que-solo-podemos-llenar-con-alguien-infinito.html#modal