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Homilía para la Eucaristía del Domingo 24 de marzo de 2019

Paz y Bien para todos ustedes.

TERCER DOMINGO DE CUARESMA.C

Éxodo 3,1-8.10.13-15: encontramos tres elementos en el texto: +la teofanía, +la decisión de salvar a su pueblo, +Revelación de su nombre: Yahveh.

1 Corintios 10,1-6.10-12: la historia del Pueblo de Dios debe servir de enmienda a nosotros los cristianos. Un llamado a la vigilancia.

Lucas 13,1-9: dos partes muy ligadas:

  • Jesús aclara: todos somos pecadores y necesitamos conversión
  • La mini parábola: Dios da tiempo y auxilio para que el pecador dé frutos. Algunos ven: en el dueño de la viña a Dios; en la higuera estéril al pueblo rebelde; en el cuidador de la viña a Jesús que intercede por su pueblo.

1.- ¿Qué nos quiere decir hoy la Palabra de Dios? En primer lugar nos dice que Dios es bueno, bondadoso, rico en misericordia (lo que está ratificado por el salmo responsorial).  Este Dios bueno se manifiesta y toma contacto con Moisés. Es un Dios que siempre está ´presente en la historia del hombre, ve lo que sufre el pueblo; por eso escoge y envía a Moisés, quien será el instrumento de salvación. Dios ES; eso es lo importante, siempre presente en la vida del ser humano. Él no es como los dioses paganos, ajenos a la  vida del hombre y con los vicios de los hombres. En cambio Dios es, está con nosotros, pero es muy distinto a nosotros, ya que Él es el Santo. Santo, distinto, pero no distante, sino cercano, presente, porque es “bondadoso y compasivo…de gran misericordia”.

Israel tuvo experiencia de esta bondad salvadora de Dios. Sin embargo se fió de su condición de Pueblo escogido y se dejó estar. Tuvo muchas experiencias salvíficas, no obstante fueron prevaricadores y duros a las exigencias de fidelidad del Señor.

2.- Podría decirse que lo que nos dice la carta de san Pablo en la segunda lectura es un puente doctrinal entre lo que nos dice la primera lectura y el evangelio de hoy. En el evangelio hay un fuerte llamado a la conversión interior.

Las desgracias que suceden en la vida: accidentes, matanzas, enfermedades catastróficas, etc., no son un castigo por el pecado. En cada dolor humano se refleja nuestro mal. El acento del mensaje evangélico está en la necesidad de la conversión y de la cooperación del hombre con Dios. Dios quiere nuestro bien, pero nosotros debemos poner lo que está de nuestra parte. No tenemos por qué estar culpando a Dios por las desgracias que son consecuencia de nuestros egoísmos, de haber dejado de lado a Dios. Quien pretenda suplantar a Dios está engendrando calamidades en sí y en otros. El Señor simplemente nos dice: “Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera

3.- Desconocer la historia lleva a cometer los mismos errores. La autosuficiencia del Pueblo de Dios, su dureza de corazón, le llevó a lo que san Pablo recuerda en la carta.

La soberbia de los sacerdotes y prelados se fue acumulando y produjo el desastre en el Pueblo de Dios. Y no sólo hoy, sino también en el pasado. No olvidemos que en el siglo XIII Jesús dijo a alguien: “Repara mi Iglesia, que amenaza ruinas”.  Y ya sabemos lo que sucedió. Tuvo que haber una vuelta al evangelio, una sincera conversión interior.

La Iglesia, Pueblo de Dios, hoy amenaza ruinas. No bastan los cambios externos, nuevas normas, reformas en la Curia romana y en el clero. Es indispensable volver al Señor, es decir, convertirse.

Si queremos transformar este mundo tan contaminado, esta Iglesia tan contaminada, miren lo que nos dice san Pablo: “Transfórmense mediante la renovación de la mente” (Romanos 12,2), es decir, cambien interiormente. Eso nos está pidiendo el Señor.

4.- Dios es siempre presente, porque es bueno y compasivo. Pero, después de todo lo que ha hecho y hace por nosotros, espera frutos. No nos quiere estériles, no quiere una iglesia estéril, sino que dé frutos de santidad. Menos mal que el “Divino Viñador” nos cultiva, cura, abona para que así podamos dar buenos frutos.

¿Te sientes estéril, que no produces frutos? Acércate al único que te puede dar fecundidad. No olvidemos que Él nos dijo: “Así como la rama no puede dar fruto por sí misma si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en Mí” (Juan 15,4). Hoy nos acercamos a Él, no tengamos miedo; Él nos dice: “Yo soy”, “Yo soy el Pan de vida”.

En Jesús Dios está con nosotros. “Y si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?” (Romanos 8,31). Con esta certeza celebremos al Señor y en esta cuaresma volvámonos a Él, centrémonos en Él.

 

 

         Hermano Pastor Salvo Beas.