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EDD. martes 05 de marzo de 2019

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico (35,1-12):

QUIEN observa la ley multiplica las ofrendas,
quien guarda los mandamientos ofrece sacrificios de comunión.
Quien devuelve un favor hace una ofrenda de flor de harina,
quien da limosna ofrece sacrificios de alabanza.
Apartarse del mal es complacer al Señor,
un sacrificio de expiación es apartarse de la injusticia.
No te presentes ante el Señor con las manos vacías,
pues esto es lo que prescriben los mandamientos.
La ofrenda del justo enriquece el altar,
su perfume sube hasta el Altísimo.
El sacrificio del justo es aceptable,
su memorial no se olvidará.
Glorifica al Señor con generosidad,
y no escatimes las primicias de tus manos.
Cuando hagas tus ofrendas, pon cara alegre
y paga los diezmos de buena gana.
Da al Altísimo como él te ha dado a ti,
con generosidad, según tus posibilidades.
Porque el Señor sabe recompensar
y te devolverá siete veces más.
No trates de sobornar al Señor, porque no lo aceptará;
no te apoyes en sacrificio injusto.
Porque el Señor es juez,
y para él no cuenta el prestigio de las personas.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 49,5-6.7-8.14.23

R/. Al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios

V/. «Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio».
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.

V/. «Escucha, pueblo mío, voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
—yo soy Dios, tu Dios—.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí». R/.

V/. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo.
«El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios». R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,28-31):

EN aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús dijo:
«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN  :  

Queridos amigos y amigas:

El auto del libro del Eclesiastico, Ben Sirá, nos presenta en la primera lectura que leemos hoy un paralelismo entre la observancia de la ley y un acto de culto. El autor revela de ser moralista y ritualista a la vez, Ben Sirá estima que el cumplimiento de la Ley, ya por sí mismo, es un culto (observancia de la ley/ofrendas; guardar los mandamientos/sacrificios de comunión; devolver un favor/ofrenda de flor de harina; dar limosna/sacrificios de alabanza; apartarse de la injusticia/sacrificio de expiación).

El mensaje de este texto gira entorno a dos grandes ideas, la primera tiene un sentido teológico, la segunda va en la línea ritual. El sentido teológico se basa en un gran principio: «la ofrenda del justo enriquece el altar, su perfume sube hasta el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptable, su memorial no se olvidará» (v. 5-6). El autor pone en relación la santidad de vida (el justo) con el gesto ritual, esto nos recuerda la exigencia de la espiritualidad profética: «misericordia quiero y no sacrificios». La segunda idea reclama la generosidad en lo que se ofrece al Señor. De esta forma podemos decir que lo que le agrada al Señor es la ofrenda de nuestra propia vida.

En el Evangelio, continuación del texto de ayer, vemos la intervención de Pedro que busca ser premiado en lo que realiza y espera una compensación. En él estamos también representados nosotros, porque nos cuesta vivir desde la gratuidad. Siempre anhelamos que se nos reconozca y agradezca de algún modo lo que hacemos.  En el seguimiento de Jesús crecemos en generosidad. Él no se cansa de insistirnos que recibimos mucho más de lo que podemos dar o esperar.

Hoy que sé que mi vida es un desierto,
en el que nunca nacerá una flor,
vengo a pedirte, Cristo jardinero,
por el desierto de mi corazón.

Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca ahoguen los fracasos
mis ansias de seguir siempre tu voz,
pon, Señor, una fuente de esperanza
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca busque recompensa
al dar mi mano o al pedir perdón,
pon, Señor, una fuente de amor puro
en el desierto de mi corazón.

Para que no me busque a mí cuando te busco
y no sea egoísta mi oración,
pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra
en el desierto de mi corazón. Amén.

(Himno de Laudes del lunes de la segunda semana)

Fraternalmente, Edgardo Guzmán, cmf.
eagm796@hotmail.com

Fuente  :  https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy