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Homilía para la Eucaristía del domingo 03 de marzo de 2019

DOMINGO VIII DEL AÑO. C

Eclesiástico 27,4-7: Reflexión sapiencial sobre lo que en verdad muestra la calidad del hombre. Se señalan tres criterios: el de la criba, el del horno y el del fruto. Sin embargo sólo Dios puede juzgar, por eso, extrema prudencia para que nuestro juicio no se infundado.

1Corintios 15,54-58: Cristo resucitado triunfa sobre la ley, el pecado y la muerte. Todos seremos transformados para vivir para siempre. Hay que mantenerse firmes y constantes.

Lucas 6,39-45: las obras manifiestan la bondad o malicia de una persona. Los frutos expresan la calidad del árbol. Nadie puede juzgar al que yerra, sólo Dios.

 

1.- La Palabra hoy apunta a algo concreto: ¿cómo conocer a las personas? Y se nos dan tres criterios: el de la criba, es decir, así como ésta separa el trigo de la paja, así las reflexiones y palabras reflejan la bondad o malicia de una persona. El del horno, que prueba la calidad de la alfarería, así las pasiones del hombre se revelan en el calor de la discusión. El del fruto, que manifiesta la calidad del árbol, del mismo modo en los pensamientos y palabras de los  hombres se traslucen los pensamientos y corazones de los hombres.

Lo mismo expresa el evangelio que acabamos de escuchar. En el fondo, lo que el Señor espera de sus discípulos es una vida nueva, trasparente, que refleja su interior transformado. Porque quien en verdad acepta por la fe al Resucitado comienza a experimentar la transformación en su vida. Transformación que se inicia en el bautismo y culminará más allá de la muerte, porque el cristiano tiene vocación de eternidad, de vida plena, que el Espíritu Santo incubó en nosotros.

2.- Esta vida nueva sembrada en nosotros ha de manifestarse. San Juan en su carta nos dice: “Desde ahora somos hijos de Dios y lo que seremos no se ha manifestado todavía” (1Juan 3,2). Y esa es una realidad, y una triste realidad, porque no mostramos plenamente lo que somos.

El interior del hombre es un santuario que sólo Dios conoce. Santuario que hay que respetar. Por eso la prudencia en el juicio. Antes de corregir a los demás cada uno debe examinarse a sí mismo. La corrección fraterna se ha de hacer con humildad y respeto. Al respecto Francisco de Asís nos enseña: “Aquel siervo de Dios que no se aíra ni se conturba por cosa alguna, vive rectamente sin nada propio” Adm.11). Vivir sin nada propio quiere decir: no se apropia de nada, no juzga, ya que eso es un derecho que pertenece sólo a Dios. San Francisco hace una diferencia entre pecado y pecador. Se rechaza al pecado, pero no al pecador. De modo que no se juzga al hermano para no perder la armonía interior.

3.- Desgraciadamente como todavía somos deudores de la carne, por eso se cae y por eso se juzga. Se juzga despiadadamente porque hemos robado a Dios lo que sólo a Él pertenece: el Juicio.

Se han cometido y se cometen grandes injusticias al juzgar y condenar al pecador. Esto puede chocarle a usted, pero es bueno que nos examinemos. El mundo no está ni ahí con el Reino de Dios, por eso no tiene ni entiende la Sabiduría de Dios, quien no se fija en las apariencias, sino en el corazón, el interior de la persona (cfr. 1Samuel 16,7).

Hay que aprender a tener una visión crítica de sí mismo y saber valorar a los demás. Por eso es necesario escudriñar, discernir, desde la fe las profundidades del propio corazón.

Dejemos que otros juzguen y condenen; son ciegos que pretenden “iluminar” creando la opinión pública, pero están en un error.

4.- Hoy vamos a celebrar una vez más la Eucaristía. Vamos a tener una linda oportunidad. ¿Cuál? La de entrar en contacto con Jesús. Él es el árbol bueno, Él es el “leño verde” (Lucas 23,31), cortado, podado por el Padre, que supo dar el fruto de la vida a toda la humanidad. Nadie de por sí es árbol bueno, pero injertados a Él en el bautismo, podemos producir frutos buenos. Unidos vitalmente a Él, por Él somos “abuenados”, santificados, transformados. ¡Qué buena noticia se nos da! Buena para los que se sienten condenados en vida, para los que tienen vergüenza de su pasado. Que cada uno de nosotros arroje su historial de pecado en el Señor, Trono de la misericordia y de la gracia. Así podremos tener una vida nueva.

 

Hermano Pastor Salvo Beas.