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Homilía para la Eucaristía del domingo 20 de enero de 2019

Paz y Bien para todos. Felices vacaciones.

SEGUNDO DOMINGO DEL AÑO.

Isaías 62,1-5: Se anuncia una nueva era para el Pueblo de Dios. Jerusalén entra en una situación nueva: nueva relación de Dios con su Pueblo, más íntima, como un matrimonio; de allí el cambio de nombre.

1Corintios 12,4-11: La iglesia de Corinto es enriquecida con muchos dones-carismas, pero está dividida. San Pablo recuerda que es el Espíritu Santo el que distribuye los dones para el bien de toda la comunidad.

Juan 2,1-12: el primer signo con el que Jesús manifestó su gloria y anunció la llegada del Reino, la Nueva Alianza.

1.- Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas ubican a Jesús en Galilea comenzando a proclamar la Buena Nueva del Reino de Dios. Dios quiere reinar como Padre, Reino que se expresa en la misericordia. San Juan también ubica a Jesús en Galilea, en el pueblo de Caná. Y aquí tenemos una señal, una “parábola en acción”, que anuncia la llegada del Reino de Dios, que es la Nueva Alianza, sellada con la sangre de Cristo. El escenario no puede ser más adecuado: un banquete de bodas. En la Sagrada Escritura la relación de Dios con su Pueblo, con la humanidad, se compara a un matrimonio; el Reino de Dios es como un Banquete. ¿Qué encontramos? Seis tinajas de piedra que estaban vacías, que indican la caducidad de las mediaciones existentes para establecer la comunión con Dios. Además encontramos una observación: “No tienen vino”, es decir, la ausencia del Reino de Dios se deja sentir. Pero hay alguien presente en la fiesta: Jesús. Es interesante destacar que es Juan quien pone el acento en la presencia salvadora de Jesús. Así, por ejemplo, “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (1,14). En otra parte: “Si hubieras estado aquí mi hermano no (Lázaro) no habría muerto” (11,22.32). Lo que indica que donde está Jesús presente hay salvación, vida, el Reino de Dios.

2.- En realidad Él es la salvación, porque Él es “Dios-con-nosotros”. Cuando Dios entra y es aceptado, cuando es aceptado como Rey de Justicia, entonces se produce la transformación. Ya no te dirán más Abandonada, Devastada, sino el Deleite, la Desposada. Algo nuevo.

Cuando se acepta la soberanía de Dios se renueva todo, porque en el Reino todo es nuevo. “Hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21,5). De hecho, el mensaje de Jesús es ese: trae una vida nueva, una Ley nueva, un Orden nuevo, en el que caben los hombres nuevos, los renacidos por obra y gracia del Espíritu Santo. Ese mismo Espíritu que renueva y vitaliza a la comunidad de los creyentes con los carismas. Por eso Jesús habló también de odres nuevos para el vino nuevo. No se debe pretender vivir la novedad del Reino de Dios en estructuras reñidas con el Proyecto de Dios. Todo lo que no está de acuerdo con el Reino de Dios es caduco, añejo, sin vida. Es preciso “hacer lo que Él diga” para así tener algo nuevo.

3.- Vivir en el No-Reino, es decir, no aceptando a Dios, trae caos, muerte, desolación. El mundo tiene regias tinajas de piedra, regias estructuras, regios sistemas de organización, mucha ciencia y tecnología. El hombre ha sido capaz de crear robots inteligentes, máquinas inteligentes. Pero están vacías, sin agua, es decir, sin vida, sin humanismo. Y a esta realidad humana el Señor quiere transformar en vino, es decir, impregnarla de Reino de Dios, de evangelio.

En nuestro ambiente, cuando estamos en una comida no falta quien diga: “¿qué le falta al muertito?” ¡Salud! ¿Qué le falta al mundo? ¿Qué le falta a Chile? Y Ella, la Madre, responde: “No tienen vino”. Nos falta el Espíritu de Dios. Hace falta que el Señor se haga presente en la Iglesia, la Esposa de Cristo, que la llaman “Abandonada”, “devastada”, desprestigiada por sus escándalos, para que haya transformación, solución. Ya lo dijo el Papa Francisco a los obispos chilenos: hace falta estar más centrados en Cristo.

4.- Hermoso mensaje. Pero eso no es todo.  Ella, la Virgen creyente, Madre de Aquel por quien se vive, a todos nos dice: “Hagan todo lo que Él les diga”. “¡Felices los que escuchan la Palabra y la ponen por obrar!”  Porque la Palabra, que es la semilla del Reino, fructifica en el creyente y en el medio.

Hoy la Eucaristía hace realidad todo esto. Porque la Eucaristía es el Banquete de Bodas del Reino. Aquí hay un signo grande: por la fuerza del Espíritu Santo el Señor transforma la materia: Pan y vino, en su Cuerpo y en su Sangre. Por la fuerza de este mismo Espíritu, tú, al acercarte a esta Comida, también eres transformado, cristificado. Por eso, hermanos, con el salmista les digo: “Anuncien las maravillas del Señor por todos los pueblos”.

 

Hermano Pastor Salvo Beas.