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EDD. jueves 17 de enero de 2019

Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (3,7-14):

HERMANOS:
Dice el Espíritu Santo:
«Si escucháis hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones
como cuando la rebelión,
en el día de la prueba en el desierto,
cuando me pusieron a prueba vuestros padres, y me provocaron,
a pesar de haber visto mis obras
cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Siempre tienen el corazón extraviado; no reconocieron mis caminos,
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso».
¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo.
Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este “hoy”, para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.
En efecto, somos partícipes de Cristo si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 94,6-7.8-9.10-11

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón».

V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.

V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.

V/. Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso». R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,40-45):

EN aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor

REFLEXIÓN  :

Queridos hermanos:

Las traducciones han dulcificado mucho el recuerdo de la curación del leproso. Los manuscritos antiguos más fiables, en vez de un Jesús “compadecido”, hablan de un Jesús “airado”; y esa ira está muy en sintonía con la “severidad” que seguidamente se menciona.

La escena debió de revestir para Jesús una gran seriedad: la presencia del leproso le trajo a la mente algo que él no soportaba, el comportamiento inmisericorde que en Israel se practicaba con los leprosos, manteniéndolos alejados y considerándolos malditos de Dios. La ira de Jesús no va contra el pobre leproso marginado y excluido del culto, sino contra “los piadosos” judíos que no sabían apiadarse; esto a Jesús le indignaba. La originaria precaución ante posible contagio físico se había convertido en prevención ante una supuesta contaminación religioso-moral. La lepra era motivo de marginación religiosa.

Pero Jesús se confesó una y otra vez como el que había venido a buscar a los supuestos pecadores, a los de fuera, a los perdidos. No le importó que le tildasen de “amigo de publicanos y pecadores” (Mt 11,19). En eso se alejó radicalmente de las autoridades religiosas de su tiempo. Muy probablemente la expresión “que les sirva de testimonio” deba entenderse en el sentido de “testimonio contra ellos”, contra los puritanos sacerdotes que pretendían garantizar la santidad del templo excluyendo de él a todo leproso o a todo pecador público.

Lo de Jesús en cambio es la salud humana integral. Él no ahuyenta, sino que acoge; no impide que el leproso se le acerque, incluso le toca con su mano. Y no se conforma con limpiarle de la lepra: le integra de nuevo en la comunidad cultual de Israel, podrá participar de nuevo en la liturgia de la sinagoga y del templo.
No ha sido el papa Francisco el primero en desear una Iglesia que salga fuera de sus espacios sacros, que “se manche” con la suciedad de este mundo, aunque atufe a borrego. En Madrid se creó hace unos años la peculiar parroquia de San Antón, hogar para gente marginada, sucia, quizá a veces procedente del mundo de la droga, del alcoholismo, de la delincuencia. No sé si todo lo que se hace en San Antón es digno de loa; pero la iniciativa va inconfundiblemente en la más pura línea jesuana. Donde hay misericordia, lo de Jesús sigue adelante; si esta falta… allí no está la Iglesia de Jesús.

A veces estas iniciativas fracasan por la escasez de logros, y muchos voluntarios se echan atrás. Es la tentación de la impaciencia, que contrasta con la paciente magnanimidad de Dios para con todos (cf. 2Pe 3,9). La carta a los Hebreos es una exhortación a los cansados, a algunos que están tirando la toalla; se combate la tentación de desertar, se pide al creyente “firmeza hasta el final en la decisión del principio”.

Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf

Fuente  :  https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy