Skip to main content

Homilía para la eucaristía del domingo 13 de enero de 2019

Un cordial saludo de Paz y Bien a todos.

Fiesta del Bautismo del Señor.

Isaías  40, 1-5.9-11: el Pueblo de Dios necesitaba ser consolado ya que sentía abandonado de Dios. Pero encontramos en este texto una gran “Epifanía del perdón”: la culpa ya está pagada. Y esto hay que proclamar: “que se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán”.

Tito 2, 11-14;  3,4-7: el Amor de Dios se manifestó en Cristo haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo.

Lucas 3,15-16.21-22: al terminar su misión Juan Bautista se reconoce inferior a Jesús.

 

Se describe el bautismo de Jesús como lo que será el bautismo para los cristianos: desciende el Espíritu y Jesús es proclamado el Hijo en el que el Padre ha puesto toda su predilección.

1.- Con la celebración de hoy culmina la Epifanía y se cierra el tiempo de Navidad.

Dios se manifiesta amando, perdonando, derramando su misericordia a los pecadores. Es lo que proclama el libro de Isaías: Consuelen a mi Pueblo, ya que la culpa está pagada. Esta sí que es buena noticia para todos los que están abatidos, deprimidos, bajoneados. ¡Ya no debes nada!

Es que, como dice el texto, se ha revelado la gloria del Señor. Esta gloria del Señor se revela principalmente en Cristo, quien la muestra a los hombres, la manifiesta en su nacimiento y en toda su vida. La Gloria de Dios se refleja en su Hijo Jesucristo. En Juan 1,14 se lee: “Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”.

2.- El Bautismo de Jesús es una Epifanía, ya que se presenta a Jesús como el que posee en plenitud el Espíritu Santo. Y esta es una buena noticia, ya que Israel estaba pasando por una terrible sequía espiritual. Por eso la promesa de las profecías era que sobre el Elegido descendería el Espíritu Santo, sería el Ungido – el Cristo, quien comunicaría el Espíritu Santo a los demás.

De allí que el Padre lo  proclama su Hijo Predilecto, el elegido para salvar a los hombres. Hoy Cristo entra en sociedad. Y así quiere el Señor que contemplemos a Jesús.

El Bautismo de Jesús es todo un icono para nosotros. Lucas nos describe lo que significa el bautismo de Jesús; es un modelo de lo que es el bautismo para los cristianos. Así como a Jesús en oración se le abrió el cielo y descendió el Espíritu, del mismo modo al discípulo se le abre el cielo, que lo tenía cerrado, y también desciende sobre él el Espíritu Santo. De modo que, según el decir de san Pablo, nosotros que éramos hijos de la ira hemos llegado a ser hijos de Dios en Cristo. Y en la carta a Tito que hemos escuchado, nos dice: “Él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo”. De manera, hermanos, que en nosotros se ha manifestado la gloria del Dios al derramar su Amor, su Espíritu sobre todos nosotros.

3.- El bautismo del Señor es manifestación del Señor, pero también nos muestra la tremenda grandeza del bautismo con el que hemos sido beneficiados.

Desgraciadamente en la sociedad actual el sacramento del bautismo está deslavado, no tiene sentido. Y no es que no lo tenga, sino la gente no capta lo que es y lo que exige el bautismo.

El concilio Vaticano II, en uno de sus documentos, dice: El bautismo por sí mismo es tan sólo un principio y un comienzo, porque todo él se dirige a la consecución de la plenitud de la vida en Cristo” (Unitatis redintegratio 22b).

No podemos conformarnos con ser bautizados. El bautismo es para ser vivido; así como no basta con celebrar el matrimonio, hay que vivirlo. De nada sirve celebrar el sacramento si no se vive. Tenemos que alcanzar la plenitud de la vida en Cristo.

En otras palabras, porque el Señor nos ha santificado tenemos que ser santos.

4.- Hoy Jesús es bautizado y Dios nos lo da a conocer. El Padre nos muestra al Hijo predilecto, en quien reposa la plenitud del Espíritu.

Hoy, al celebrar este Misterio, se nos recuerda lo que somos, se nos recuerda nuestra identidad: somos ungidos por el Señor con el don del Espíritu Santo, de modo que somos también hijos de Dios.

Reunidos como Pueblo de Dios celebramos este Misterio de salvación. Al acercarnos para hacer la Comunión Dios Padre también dice de cada uno de nosotros: “Tú eres mi hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”. Por eso podemos acercarnos con gozo y con fe a esta mesa santa diciendo: “¡Bendice al Señor, alma mía! ¡Señor, Dios mío, qué grande eres!”.

 

Hermano Pastor Salvo Beas.