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EDD. miércoles 09 de enero de 2019

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,11-18):

Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amarnos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 71,1-2.10-11.12-13

R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según San Marcos (6,45-52):

Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado.
Pero él les dirige en seguida la palabra y les dice: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo.»
Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender.

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :
Alejandro, CMF

Queridos amigos, paz y bien.

“No tengáis miedo”. Qué suerte tener un Dios que se preocupa tanto de nosotros. Que nos anima a confiar en Él. A seguirle. A entregarnos a Él.

Pero sigue habiendo muchas dudas. Seguimos teniendo miedo, o miedos. Es que a Dios no siempre se le ve. Hay muchas tormentas en nuestra vida. Algunas veces, de camino a Apatity (a 180 kilómetros de Múrmansk), para celebrar la Eucaristía con un grupito de fieles, nos envuelve la niebla, o la nieve. Se ve muy poco. Y hay que confiar y seguir hacia delante, para llevar a esa gente la Buena Nueva.

Otras veces está el miedo al “qué dirán”. Nos falta coraje para decir que somos creyentes, que intentamos vivir los conforme a los Mandamientos, porque quizá puedan pensar que somos “raros”. Y nos callamos cuando alguien ataca a la Iglesia, o hacemos cosas que sabemos que no tenemos que hacer.

Es que a Dios no lo ha visto nadie. Y es difícil fiarse de alguien a quien no ves. Aunque sea alguien que te ama tanto que envió a su Hijo a este mundo, para que pudiéramos ver su rostro. Por puro amor. Y hoy san Juan nos da otra clave para nuestra vida espiritual: No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.”

Cuando hay amor, no hay miedo. Es la imagen del niño al que sus padres lanzan al aire, y sabe que le van a recoger. Por eso se ríe, y le gusta, y pide que lo repitan. Dios a veces también nos lanza a lo alto. Y con los ojos cerrados, aceptamos su voluntad, porque le amamos. Es la experiencia de la Virgen María. Es la experiencia de san José. Es lo que sintieron tantos y tantos fundadores a lo largo de la historia.

El mismo Jesús viene a nuestro encuentro, para que podamos seguir remando. Lo hace en su Palabra, en los sacramentos, en la oración personal, en la Lectio Divina comunitaria… Basta con abrir el corazón, para que Él lo ocupe. ¿Te atreves?

Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C. M. F.

Fuente  :  https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy