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Homilía para la Eucaristía del Domingo 23 de diciembre de 2018

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO.

Miqueas 5,2-5: A un pueblo humillado por sus enemigos se le promete que nacerá de uno de sus más modestos clanes el pastor de Israel, el Mesías.

Hebreos 10,5-10: se habla del sacrificio de Cristo, que es único, definitivo y siempre actual. El autor, usando la versión griega del salmo 39, habla de la humanidad de Cristo, quien supo cumplir con la Voluntad de Dios desde el momento que entró al mundo. Por eso su sacrificio basta.

Lucas 1,9-45: María visita a Isabel, Dios a su Pueblo. Visita, en la sagrada Escritura, significa intervención salvífica de Dios. En este caso la familia del Precursor, después de María, es la primera en participar de esta visita.

1.- Estamos ya muy próximos a la Navidad, a entrar en el núcleo del Misterio de este tiempo. Dios viene a visitar a la humanidad. Y para ello utiliza el conducto regular. Dios no se vale de un ovni, ni de una forma extraordinaria. Lo extraordinario es que se vale de lo ordinario. Dios llega a nosotros por la vía de la Encarnación. Dios se hace hombre en María, en el seno de una familia originaria de Belén, Éfrata, que es cuna de David. De allí que decir “Hijo de David” es sinónimo de Mesías. Si el oficio de David fue ser pastor, lo mismo será su descendiente, quien viene a apacentar a todos, Él trae la paz, es decir, la reconciliación con Dios, con nosotros mismos y con los hombres.

Se nos está mostrando un aspecto del Misterio que ha escandalizado a muchos en la antigüedad y también ahora. Porque repugna, es inconcebible pensar que Dios, el omnipotente, se haga hombre. A tal punto ha escandalizado esto que las primeras herejías negaban que Jesús fuera hombre verdadero.; y lo es. Cuando confesamos que Jesús es verdadero hombre estamos afirmando que tiene cuerpo humano, alma humana y voluntad humana. La voluntad es lo más valioso que tiene el ser humano. Y Jesús puso su voluntad humana en sintonía con la voluntad de Dios. Y este fue el sacrificio por excelencia que ofreció una vez para siempre.

2.- En Jesús, el Dios hecho hombre, recibimos la visita de Dios. Es decir, en la Encarnación Dios nos visita. En la sagrada Escritura encontramos varias visitas o intervenciones de Dios. Por ejemplo, Zacarías exclama cuando nació su hijo Juan Bautista: “Dios ha visitado a su pueblo” (Lucas 1,68), o cuando da la vida al hijo de la viuda de Naim, la gente exclama: “Un gran Profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo” (Lucas 7,16). Dios visita, es decir, interviene.

Hoy la liturgia, ya próxima a celebrar la Navidad, contempla en este misterio la gran Visita de Dios, la definitiva, que culminará cuando Él vuelva a pedir cuentas a todos. Y Jesús se lamentó de Jerusalén porque no supo reconocer el tiempo en el que fue visitada por el Señor. (cfr. Lucas 19,44). De manera que en Jesús y por Jesús visita al mundo y viene a salvarlo.

María, la portadora de Dios, lleva la salvación a casa de Zacarías a Isabel. En el evangelio de hoy el relato se inspira en el traslado del Arca de la Alianza a Jerusalén. Esa arca llevaba en su interior las tablas de la Alianza. María lleva en su interior a Jesús, la nueva Alianza de Dios con la humanidad. Tres meses permaneció el arca en una casa y fue causa de bendición para todos (cfr. 2Samuel 6,11); también María permaneció tres meses en casa de Isabel (Lucas 1,56) y fue causa de bendición para su familia.

3.- En la Encarnación el Señor visita al mundo, pero éste no quiere, desconoce esta visita. Ya no se contempla la chifladura de Dios que por amor nos viene a visitar haciéndose hombre. Quitemos a la Navidad el Misterio de la Encarnación y será ésta una fiesta de invierno en el hemisferio norte, o un carnaval de luces en el sur. Sin Cristo no hay navidad. Que no sea realidad para nosotros lo que dice el evangelio de Juan: “Vino a los suyos (la Palabra), y los suyos no la recibieron” (Juan 1,11). Sin Cristo la Navidad no tiene sentido, como sin Cristo la vida nuestra carece de sentido, sería una vida vana, sin contenido.

4.- Hoy estamos para celebrar el único sacrificio que salva, el de Cristo. Con Él también nosotros podemos decir: “Aquí estoy, yo vengo para hacer tu Voluntad”. ¿Nos atreveremos?

Que nadie nos manipule como muñecos; que la prensa, la radio y la tele no nos engañen ni encandilen. ¡Son tantas las visitas falaces que pretenden engañarnos!

Es el Señor quien nos visita; no temamos, ya que Él viene a salvar, Él viene a rescatar, Él viene con amor.

A Dios Padre, que es origen de todas las visitas, le queremos alabar y bendecir, porque nos ha visitado en su Hijo muy amado, a quien sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

Hermano Pastor Salvo Beas.