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Homilía para la Eucaristía del domingo 16 de diciembre de 2018.

Paz y Bien para todos.

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO.

Sofonías 3,14-18: canto de alegría por la restauración esperada. El motivo: Dios está presente en medio, ha retirado el castigo. Por eso, fuera todo desaliento.

Filipenses 4,4-7: Pablo invita a la alegría, que es la nota distintiva del que es de Cristo, ya que esto es expresión de salvación.

Lucas 3,2-3.10-18: El Bautista entra en escena. Muestra un camino de conversión: revivir el amor a Dios y al prójimo. Al terminar su misión Juan se reconoce inferior a Jesús.

1.- Hoy la liturgia nos hace mirar el Misterio que pronto celebraremos: el Señor se hace presente en la Persona de Jesús. Dios en medio es causa de alegría ya que Él trae la salvación. Siempre la presencia del Señor es causa de alegría. Y ese es el sentido alegre de este tercer domingo de Adviento.

A todos la Palabra nos dice: “Alégrate, el Señor está en medio de ti”. Lo mismo se dijo a María (y lo vimos recién el 8): “Alégrate, el Señor está contigo”.

San Pablo en su carta destaca la alegría, que es fruto del Espíritu. Alegría que dimana de la comunión con Dios. Quien vive con Dios tiene su Espíritu, sabe vivir en comunión con los hermanos. Esta alegría es signo de una vida espiritual auténtica. La alegría cristiana, que es expresión de salvación, es uno de los más hermosos regalos que el discípulo puede ofrecer al mundo. Alegría, repito, que brota de un corazón que está reconciliado con triple reconciliación: con Dios, consigo mismo y con los demás. Este el verdadero “Shalom” de Dios.

El Señor está cerca. No es una cercanía geográfica; está cerca, muy dentro de nosotros. ¡Qué importante es experimentar esta cercanía de Dios! El Misterio de la Navidad ya próxima nos recuerda esta cercanía de Dios, del Emmanuel.

2.- Dios está cerca, lo anunció el Bautista. Por eso él invita a la conversión. ¿Qué significa esto? La naturaleza de la conversión es dejar el culto idolátrico y no hacer nada malo al prójimo. En otras palabras, el amor a Dios y al prójimo. Para tener la salvación no basta con  tener por padre a Abraham o pertenecer a tal o cual grupo. Es preciso hacer las obras que se ajustan a lo que Dios quiere. Y el Bautista nos muestra un camino de conversión que pasa por la justicia que regula la relación entre los humanos.

Hoy no basta con pedir el bautismo. Hay que preguntarse: ¿qué debemos hacer? A veces en las parroquias damos una respuesta equivocada. ¿Qué debo hacer para bautizar a mi bebé? La respuesta es: haga las charlas, traigan la libreta del matrimonio religioso y que los padrinos estén confirmados. Y punto.  Y la respuesta debería ser la misma que nos da el Bautista: hay que ajustar la vida a lo que Dios quiere, ha que hacer lo que hizo Jesús. Él con su vida siempre complació a su Padre.

3.- ¿Somos alegres? ¿Es usted alegre? Pero no con una alegría vana, hueca, superficial. Esta no sirve, no llena. Esta alegría se parece a esos “algodones dulces” que se venden en la calle. Son ricos… y nada más. Esa es la alegría que busca y da el mundo, la farándula. No llena, porque no es permanente, porque no brota del interior. Hace consistir la felicidad en el simple placer.

El mundo quiere gozar la alegría de la navidad, pero sin reconocer ni aceptar al que viene. “La alegría ya viene”, pero la verdadera, la que trae Aquel que viene y quiere estar con nosotros. La otra alegría, la del mundo, nos deja con “la caña mala”.

El mundo no es feliz porque no tiene a Dios, rechaza a Dios. Y al rechazar a Dios está también rechazando al hombre. Un humanismo sin Dios es un falso humanismo, que termina atropellando a la gente. Triste espectáculo es el que da la “cristiana América” (ambas Américas): miles y miles de personas sufriendo: migrantes, indígenas, endeudados, cesantes, marginados, etc.

4.- El Señor está cerca. Hay adornos, luces, regalos. Está bien, pero que la luz brote de nuestro interior, porque tenemos a Dios, porque el Señor está en medio. Sí, el Señor está en medio de ti, Iglesia; en medio de ti, Parroquia; en medio de ti, hermano, de tu familia. Y si ves que falta algo búscalo. Pon en ti a Jesús, enciende en ti una luz brillante, el Señor que ya llega.

“Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, de cualquier lugar, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel”. Alégrate, mira que viene ahora en esta Eucaristía.

Hermano Pastor Salvo Beas.