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Homilía para la Eucaristía del Domingo 09 de diciembre de 2018.

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO.

Baruc 5,1-9: Canto triunfal de los tiempos mesiánicos. Una nueva situación para la ciudad: un nombre nuevo, “Paz en la Justicia y Gloria en la Piedad”. Indicando así la nueva situación de los hombres en el mundo nuevo.

Filipenses 1,4-11: Acción de gracias y oración por los filipenses, para que estén libres de falta y equipados con toda clase de obras buenas en el Día de Cristo, día en el que los que han sido dóciles a la obra santificadora de Dios alcancen su plenitud.

Lucas 3,1-6: el evangelista ubica la salvación en la historia y en un escenario muy concreto: el desierto. Allí llama a la conversión el Bautista, cuya señal es el bautismo. Viene a preparar el camino del Señor que viene a salvar.

1.- Llega la salvación; esta es la consigna de este domingo. Salvación que no es un concepto frío, desencarnado, no. Para la Sagrada Escritura la salvación es algo concreto.

Un hecho salvífico que marcó a Israel en su historia y espiritualidad fue el Éxodo, que indica liberación de una situación de opresión y postración para entrar a una nueva situación: liberación, exaltación

El lenguaje de la primera lectura está lleno de imágenes que expresan la nueva situación del Pueblo de Dios, sumido en el exilio y la opresión. Incluso se hace alusión al Éxodo, un nuevo éxodo. Por eso el desierto se transforma. La misma idea aparece en la predicación del Bautista.

Pero hay una diferencia entre lo que dice el Bautista y lo que dice el profeta. El profeta anuncia que el desierto será transformado. El Bautista, en cambio, dice: “Una voz grita en el desierto”; es allí donde él proclama la salvación, pero la preparación se realiza en el interior de cada persona.

2.- Preparar el camino. En el lenguaje bíblico Camino significa una forma de vida. Preparar el camino es sinónimo de enmendar rumbo, una forma de vida nueva: allanar, rectificar, nivelar. Sólo quien hace este trabajo está en verdad preparando el camino para que el Señor llegue y haga lo suyo: la salvación. Dios quiere salvar, por eso Él llega al hombre. Él condesciende y se pone a nuestra altura para que así podamos ser salvados. Dios tuvo que hacerse hombre para que el hombre pudiera llegar a ser Dios.

En la vida de fe, es decir, en nuestra vida espiritual, hemos de vivir un éxodo permanente, salir de nuestras situaciones de pecado y poder así “Pasar” (Pascua) a la vida nueva.

3.- Decía ayer en la fiesta de la Inmaculada que desafortunadamente la criatura humana ha tenido siempre la tentación de sustituir a Dios, queriendo hacerse protagonista de la historia con una actitud de autosuficiencia, poniendo en evidencia sus limitaciones. De ahí una sociedad confusa, caótica y sin horizontes claros.

Hoy el ser humano pretende hacer de sí mismo el fin de todo, trastocando el orden. Y todo comienza y termina en Dios. Hoy está llevando esto al ser humano no sólo al olvido de Dios, sino, lo peor, a creerse Dios y decidir sobre la vida y la muerte. Se olvida el hombre que es criatura y, como tal, un simple administrador de los bienes divinos.

¡Y pensar que el Señor quiere devolvernos nuestra condición de imagen de Dios!

4.- El Señor viene. Como dice el salmo responsorial, el Señor viene a cambiar la suerte de Sión, de todos los hombres. Esto es motivo de gozo, como el del segador que regresa con una suculenta cosecha. Pero, para que haya cosecha debe haber antes una siembra. Y para hacer una buena siembra antes hay que barbechar, roturar la tierra, segar. Todo es signo de cuál debe ser nuestra actitud.

Hoy viene el Señor. Hoy es el Día del Señor. Que Él nos encuentre libres de falta y equipados con toda clase de obras buenas. Así salgamos al encuentro del Señor que viene a salvarnos.

Como el Bautista, salgamos de aquí a anunciar la Buena noticia que el Señor viene. Anunciemos con nuestras vidas que existen caminos mejores.

Hermano Pastor Salvo Beas.