Comentario al evangelio de hoy lunes 26 de noviembre de 2018.
Del santo Evangelio según san Lucas 21, 1-4
En aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que echaban donativos en las alcancías del templo. Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «Yo les aseguro que esta pobre viuda ha echado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Creo que todos conocemos la fábula del rey que le pide algo al mendigo por el camino y cómo es que el mendigo se encuentra con dos granos de oro del tamaño de los granos que le dio al Rey. Aquí se repite una cosa similar, pero con una gran diferencia, las dos moneditas de insignificante valor que aquella mujer dejó, se convierten en un tesoro invaluable.
Creo que todos recordamos como, siendo niños, nos empeñábamos en un regalo tan pequeño y ahora, nos parece hasta cierto punto, ridículo. Sin embargo, nos damos cuenta del gusto que le dimos a nuestros padres con ese pequeño regalo, y cómo es que realmente ellos se empeñaron en dárnoslo todo. Ver hacia atrás y darnos cuenta de lo hermoso que fue ese pequeño detalle con Dios nos hace verdaderamente hijos suyos.
Señor, muchas gracias por dejarme ver que mi recompensa por esas dos monedas que me pides que te ofrezca, no serán dos monedas del mismo tamaño en oro, sino que será mucho más, pues lo que Tú quieres, no es la moneda como tal, sino cuanto tengo para vivir. Tómalo, Señor.
Otra anécdota. Conocí una mujer que tenía tres hijos, de siete, cinco y tres años más o menos; eran buenos esposos, tenían mucha fe y enseñaban a sus hijos a ayudar a los pobres, porque ellos los ayudaban mucho. Y una vez estaban almorzando, la mamá con los tres hijos, el papá estaba trabajando. Llaman a la puerta, y el mayor va a abrir, después vuelve y dice: «Mamá, es un pobre que pide comida». Estaban comiendo un filete a la milanesa, rebozado -son muy buenos- [ríen]. Y la mamá pregunta a los hijos: «¿Qué hacemos?». Todos los tres: «Sí, mamá, dale algo». Había también algunos filetes que habían sobrado, pero la mamá tomó un cuchillo y comenzó a cortar por la mitad cada uno de los que tenían los hijos. Y los hijos dicen: «No, mamá, dale esos, no los nuestros». «Ah, no: a los pobres se les da de lo tuyo, no de lo que sobra». Así esa mujer de fe enseñó a sus hijos a dar a los pobres de lo propio. Pero todas estas cosas se pueden hacer en casa, cuando hay amor, cuando hay fe, cuando se habla ese dialecto de fe. En fin, vuestros hijos aprenderán de vosotros el modo de vivir cristiano; vosotros seréis sus primeros maestros en la fe, los transmisores de la fe.
(Discurso de S.S. Francisco, 25 de agosto de 2018).
Fuente : http://es.catholic.net/op/articulos/71771/todo-cuanto-tenia.html#modal