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Comentario al evangelio de hoy jueves 25 de octubre de 2018

Del santo Evangelio según Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuanto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega! ¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La sangre que Cristo derramó sobre la cruz provocó un incendio en el que tantos corazones se han encendido y consumido con un fuego abrazador. Este suceso ha hecho un quiebre total en la historia de la humanidad y en la vida de cada hombre. Es Dios quien ha traído fuego al mundo a un precio que solo Él podía pagar.

Tenemos una oportunidad de oro para ser colaboradores al transmitir la conciencia de lo que somos por pura gracia: Su creación más amada. Nuestra parte será transmitir y propagar el fuego que llevamos dentro; si lo alimentamos, podremos satisfacer el deseo que lleva Cristo en su interior: Ojalá el mundo ya estuviese ardiendo en amor.

Estemos atentos, porque el fuego que hemos recibido se puede ahogar si nos encerramos en nosotros mismos y no lo transmitimos. Seremos tibios si, no encontrando una buena razón para compartirlo, nos guardamos este don. Sería una pena que poco a poco se fuese apagando.

Si aprendemos a valorar lo que Dios nos ha donado podremos convencernos de que dejarnos quemar por el amor es la razón por la cual hemos nacido: para amar y ser amados. La invitación que Cristo nos hace es amar apasionadamente hasta que los latidos de nuestro corazón no solo le den vida a nuestro cuerpo, sino que den vida a toda nuestra familia y a toda la Iglesia.

Toda celebración eucarística a la vez que constituye un acto de culto público a Dios, recuerda la vida y hechos concretos de nuestra existencia. Mientras nos nutrimos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos asimilamos a Él, recibimos en nosotros su amor, no para retenerlo celosamente, sino para compartirlo con los demás. Esta lógica está inscrita en la eucaristía, recibimos su amor en nosotros y lo compartimos con los demás. Esta es la lógica eucarística. En ella, de hecho, contemplamos a Jesús como pan partido y donado, sangre derramada por nuestra salvación. Es una presencia que, como un fuego, quema en nosotros las actitudes egoístas, nos purifica de la tendencia a dar sólo cuando hemos recibido, y enciende el deseo de hacernos, también nosotros, en unión con Jesús, pan partido y sangre derramada por los hermanos.
(Homilía de S.S. Francisco, de 201).

 

Fuente  :  http://es.catholic.net/op/articulos/71457/el-fuego-de-la-vida.html#modal