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Homilía para la Eucaristía del domingo 09 de septiembre de 2018

Un cordial saludo de Paz y Bien para todos ustedes. Dios los bendiga.

DOMINGO XXIII DEL AÑO.

Isaías 35,4-7: se anuncia una intervención de Dios para salvar a los hombres: dará fortaleza a los desalentados, abrirá los ojos de los ciegos y el oído a los sordos; en el desierto (muerte) habrá agua (vida). Todo es señal de salvación.

Santiago 2,1-7: el autor nos insta a ser coherentes con la fe que tenemos en Jesucristo glorificado evitando la acepción de personas y optando como Jesús por los pobres.

Marcos 7,31-37: Jesús está en la Decápolis, territorio multiétnico y plurirreligioso. Allí cura al sordo mudo. De esta manera manifiesta que en Él Dios está interviniendo para salvar. También insinúa el texto que por Jesús se hace presente el Creador, que todo lo hizo bien (Génesis 1,31).

1.- Dios interviene para salvar y la mejor intervención es Jesús, el Dios-con-nosotros. De hecho su nombre lo indica todo: Jesús = El Señor salva. Porque eso es lo esencial de Dios, eso es lo que nos revela la Sagrada Escritura: “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo se salve por Él”. He aquí lo esencial del mensaje de la sagrada Escritura. Por eso interviene y la Historia de Salvación está jalonada de intervenciones salvíficas. Y se vale de imágenes que vienen a graficar la salvación. Todas ellas indican una transformación, un cambio. Isaías es muy gráfico: al que está desalentado…fortaleza y ánimo; al ciego…la vista; al sordo…el oír; al desierto…agua. En una palabra, hay una transformación. Porque cuando Dios salva transforma, hay un cambio de ser: de hombre viejo, pecador, se pasa a ser hombre nuevo, santo.

2.- Hoy el texto del evangelio nos habla de la curación de un sordomudo, doble mal. Y esto tiene un tremendo sentido, ya que es una buena nueva que anuncia la venida del Reino de Dios y la curación de la incomunicabilidad y de la división. Recordemos que esta curación la realiza en una región multiétnica y plurirreligiosa.  Al igual que hoy, que vivimos en una sociedad pluralista en lo político, religioso, cultural, social y moral. Esto trae consigo la incomunicabilidad. Y nos damos cuenta que nuestra sociedad cada vez está más plagada de sordos y de tartamudos, que  no quieren oír, que no saben comunicarse. Es más cómodo refugiarse en un teléfono móvil inteligente. Consecuencia de esto: una sociedad llena de individuos, pero carentes de personas.

3.- No sólo existe la sordera física, que en gran medida aparta al hombre de la vida social. Existe un defecto de oído con respecto a Dios, y lo sufrimos especialmente en nuestro tiempo. Nosotros, simplemente, ya no logramos escucharlo; son demasiadas las frecuencias diversas que ocupan nuestros oídos. Lo que se dice de él nos parece pre-científico, ya no parece adecuado a nuestro tiempo. Con el defecto de oído, o incluso la sordera, con respecto a Dios, naturalmente perdemos también nuestra capacidad de hablar con él o a él. Sin embargo, de este modo nos falta una percepción decisiva. Nuestros sentidos interiores corren el peligro de atrofiarse. Al faltar esa percepción, queda limitado, de un modo drástico y peligroso, el radio de nuestra relación con la realidad en general. El horizonte de nuestra vida se reduce de modo preocupante.

Hay una crisis religiosa y crisis de Dios. La fe es puesta en peligro. Hoy la fe ya no es problema, porque ha dejado de interesar, se es perfectamente indiferente a ella. Al punto que nuestra sociedad se libera del influjo de la religión como de una carga. Hay, pues, una sordera espiritual e incapacidad de hablar de Dios. Es más fácil hablar de lo social que de Dios. Y esto sucede incluso con los creyentes. Como diría Benedicto XVI, hay una anemia de la fe.

4.- Jesús hizo hablar a los mudos y oír a los sordos. Jesús derriba las barreras de la incomunicación, incluso aquellas que denuncia el apóstol Santiago en su carta.

Es preciso que los hombres escuchen y puedan hablar sin miedo, libremente. Pero con san Pablo nos preguntamos: “¿Cómo creerán en Aquel de quien no han escuchado hablar? ¿Y cómo escucharán hablar de Él si nadie les anuncia? (Romanos 10,14).

Hoy necesita el mundo, la Iglesia, la intervención del Señor para que salve a nuestra sociedad de su sordera, tartamudez, individualismos y tantos otros males. Dios que salva, como dice el salmo, ha de intervenir. Así todos podremos exclamar: “Todo lo hizo bien” Y con María: “El Seor hizo en mí maravillas”.

 

                                                            Hermano Pastor Salvo Beas.